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Por Claudio Fantini. Hace exactamente 100 años, la artillería austro-húngara comenzaba a abatirse furibunda sobre la díscola Serbia, activando un sistema de alianzas que pronto desembocó en la Primera Guerra Mundial. Todos los conflictos tienen causas y detonantes. En el caso de aquella conflagración, las causas pasaban principalmente por disputas de intereses económicos y geoestratégicos entre imperios y potencias. Pero el detonante fue el magnicidio que desató la guerra entre la nacionalista Serbia y el viejo imperio de los Habsburgo.
Que el asesinato cometido por Gavrilo Princip en Sarajevo haya sido la chispa de semejante incendio internacional, muestra el altísimo octanaje del combustible que estaba en las causas. Un hombre extremadamente joven y frágil, sin suficiente adiestramiento y sin la autorización de sus jefes en la organización secreta serbia La Mano Negra para cometer el magnicidio.
Princip fue el autor de los disparos que mataron al heredero del trono de Viena, el archiduque Francisco Fernando, y a su esposa, la archiduquesa Sofía. Pero dos agentes encargados del atentado habían fallado previamente en sus respectivos intentos. Princip encontró de casualidad la oportunidad de cometer el crimen que había sido encomendado a otros.
Después, el efecto cadena: Rusia entra a ayudar a Serbia y el Imperio Alemán entra del lado austro-húngaro; Francia se suma apoyando a Rusia y el Imperio Turco hace lo propio en la vereda del frente, luego se sumarían Gran Bretaña apoyando a Francia y Estados Unidos a los británicos, alcanzándose el cenit de la conflagración.
Un siglo después, el mundo está en la cornisa de otra gran conflagración, con el agravante de que las chispas que detonan el combustible de las causas no son accidentes, como la suerte de Gavrilo Princip, sino incidentes de grandes dimensiones.
La mirada experta de Strobe Talbot, ex consejero de la administración de Bill Clinton, que hoy encabeza el centenario y prestigioso think tank Brookings Institution, hizo el paralelismo entre la Primera Guerra Mundial y la atmósfera explosiva de estos días.
El expansionismo ruso, que ya concretó la anexión de la Península de Crimea y mantiene la guerra en el este de Ucrania; la acusación de Obama a Putin de violar un tratado clave de los firmados por Reagan y Gorbachov para poner fin a la Guerra Fría; el infierno desatado en la Franja de Gaza y la creciente tensión entre China y Japón, Filipinas y Corea del Sur, son detonadores mucho más inquietantes y grandes que la Browning belga de Gavrilo Princip.■