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Por Eugenio Gimeno Balaguer. Un balance donde se juzgan sentimientos y expectativas. Al finalizar el año, solemos repasar cómo nos fue y las mayoría de las veces lo hacemos en relación al contexto y a las personas con quienes lo compartimos. El ser humano es demasiado complejo para ser visto en todos sus aspectos, para ser juzgado en un minuto, y aunque ello fuera posible, en apenas un instante después, su estado de ánimo será distinto. De todos modos, la impronta de comenzar el Año Nuevo nos tienta a hacerlo.
La idea es remarcar algunas de las experiencias para aprovechar los nuevos tiempos. De todas las relaciones en el ámbito político me queda la impresión que a veces nos separamos sin habernos encontrado. Por caso, estuve en contacto con personas admirables por su coherencia y con otras, cuya ambición sólo es la gloria (que al decir de mi amigo poeta es “el bazar donde el hombre enseña de su miseria la pompa”), sin darse cuenta que con el correr el tiempo todo se habrá olvidado.
Hay un tiempo para dejar que las cosas sucedan y hay otro tiempo para hacer que las cosas sucedan; y si quiero respetarme a mí mismo, debo luchar por lo que creo que es correcto y tomar decisiones en ese sentido. Muchos políticos han visto sólo el pasado como si tuvieran los ojos en la espalda.
Hay que intentar ser fiel a uno mismo. Que los sentimientos y los pensamientos no cambien. Que las circunstancias no nos alteren. Cuando la situación cambia, hay que reencontrarse con uno mismo.
Algunos estarán próximos a la vejez, pero todavía corren tras la vida con la esperanza de alcanzarla en el último momento… como se salta sobre las escalerillas de un tren que parte. Me parece que es la actitud con la que hay que esperar el nuevo año.
Como reflexión final del año que termina, les comparto el link de un video de 5 minutos de duración (clic aquí) para verlo con padres, hijos, abuelos y nietos.
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