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Por Claudio Fantini. Tardó en reaccionar y sus primeros gestos fueron ambiguos, pero con el correr de los días quedó claro: el gobierno que encabeza Mauricio Macri y las fuerzas que integran Cambiemos cuestionaron, de manera inequívoca, el fallo del 2×1. Se le puede cuestionar la demora, pero ponerla al servicio de la consigna “Macri, basura, vos sos la dictadura”, muestra la hipocresía con la que muchos grupos y dirigentes usan los derechos humanos para objetivos políticos.
A esta altura, acusar al Gobierno de ser una reencarnación de la dictadura criminal que asoló al país, constituye un absurdo hipócrita. La hipocresía está en que los mismos que señalan esa supuesta reencarnación, nada dicen sobre el comienzo de la fortuna que amasaron Cristina y Néstor Kirchner, apropiándose de viviendas de endeudados mediante la Circular 1050, horrible instrumento expoliador de la dictadura.
Tampoco dicen nada de que la pareja de abogados le dio la espalda a tantas personas que desaparecían, al negarse a presentar un solo habeas corpus.
Posiblemente, a Macri el tema nunca le importó demasiado. Pero al matrimonio Kirchner tampoco le había importado (a pesar de que muchos desaparecidos eran sus “compañeros” en el peronismo) hasta que los derechos humanos le resultaron útiles para construir poder y comprar apoyo político.
Es bueno que el arco partidario y la sociedad se movilicen para repudiar un fallo de la Corte Suprema de Justicia que favorece a autores de crímenes de lesa humanidad
Es hora de reclamar el fin de la hipocresía de quienes defienden la impunidad de otros crímenes que fueron horrendos, aunque no hayan sido cometidos desde el Estado.
La hipocresía de defender los derechos humanos desde el comienzo de la dictadura genocida hacia adelante, dejando impunes los asesinatos y masacres del pasado. También la hipocresía de circunscribir la defensa de los derechos humanos a la Argentina, pero guardar un silencio cómplice y vergonzoso sobre la represión criminal con que Nicolás Maduro intenta aplastar una inmensa sublevación popular.
Maduro puede hambrear a su pueblo, matar y abarrotar las cárceles militares con presos políticos, sin que lo denuncien algunos dirigentes que, en Argentina, se consideran defensoras de los derechos humanos.
En Venezuela, el Estado puede reprimir a sangre y fuego a los estudiantes, peor en Argentina guardarán silencio quienes defienden la vida y la integridad de las personas sólo cuando aquellos que los violan son “enemigos”, o cuando sirven como arma contra un Gobierno de otro signo político.
Para los que son “amigos”, el asesinato y la represión son instrumentos “necesarios” para construir “la revolución”.