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Por Eugenio Gimeno Balaguer. En los seminarios que realizamos, en especial cuando trabajamos con un pequeño grupo de altos directivos, al comienzo, los hacemos salir del aula a una mesa oval, donde ya están pocillos de café dispuestos en el perímetro de la mesa y prestos a ser tomados. La consigna es: “Antes de tomar el café cada uno de ustedes levante una mano y señale dónde está el norte”.
Lo hacen y de inmediato sacamos una foto. Luego del café, vuelven a entrar al aula donde está proyectada esa foto. Lo primero que se ve es un cruce de manos en distintas direcciones.
Ante la mezcla de asombro e incógnita de los participantes, la pregunta es: “¿Dónde está el norte?” Uno imagina que si cada uno sigue “su” norte, los caminos serán distintos y el resultado no será precisamente el trabajo en equipo, la sinergia y los objetivos comunes.
Por supuesto que cada uno defiende su posición fundamentando dónde estaba parado y que, según su posición, el norte estaba bien elegido.
Este argumento razonable es el que justifica lo que en management llamamos alineación en la visión, es decir colocarse en una posición que podamos ver el mismo mundo y comprender qué hace falta hacer para que el otro vea lo que yo veo.
Es válido aquí recordar una vieja narración de origen pakistaní, en la que se cuenta que seis ciegos de nacimiento fueron llevados a “ver” un elefante. Dicen que el primer ciego se acercó y palpó el costado del elefante y dijo: “Sí, es un elefante, un elefante es como una pared”; el segundo tocó la pata y dijo: “Es como un árbol”; el tercero acarició el y afirmó: “Es como una lanza”; el cuarto lo hizo con la trompa y dijo: “Es como una gran serpiente”; el quinto fue hacia la cola y afirmó: “Es como una cuerda”. Finalmente, el sexto tocó la oreja del elefante dijo: “Es como una gran hoja”.
Dicen que fueron llevados a discutir en grupo y cada uno sostenía con firmeza su posición. Desde afuera, podemos decir que cada uno, pese a la seguridad de su visión, no tenía idea de la percepción del elefante, es decir de la realidad. Emplearon mucha energía, pero cada uno se fue como había venido, convencido de que su norte era el correcto.
Sólo intentamos que se advierta cuán necesario es trabajar para que temas como la cohesión, la percepción, los valores compartidos y tantos otros, sean tenidos en cuenta al pretender formar un equipo de trabajo.
Cada uno tiene sus paradigmas y, a veces, es difícil cambiarlos, lo que podemos afirmar es que estas llamadas competencias blandas condicionan o impiden que las competencias duras, las profesionales, puedan llevarse a cabo con eficacia.