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Por Héctor Cometto. Tras el recobre en el medio, Messi encontró a Suiza desacomodada en el retroceso. Los que podían cuidaron su remate y allí quedó el flanco derecho para que Di María pateara desde una posición más cómoda. Antes, o se había apresurado o le adivinaban el movimiento para taparlo. Y allí las dos figuras más importantes de Argentina lograron ganar el partido.
Es difícil que el 1 y el 2 de un deporte o de otros rubros en la Argentina se lleven bien. De cuna rosarina, humildes en común, también comparten la sencille, la inexpresividad verbal y la mayor velocidad de un hombre trasladando la pelota a nivel mundial.
❝Es difícil que el 1 y el 2 de un deporte o de otros rubros en la Argentina se lleven bien❞.
Ya fuimos campeones con un 1-2 sobresaliente, integrado por Maradona y Burruchaga, dueño de los momentos clave en el ’86.
No hubo ningún partido de Octavos sin alto contenido épico en su definición. Aun los rivales de menor nombre se convirtieron en el empinado escollo que aumenta el gozo de la victoria, que siempre es más victoria cuando antes se atraviesa el camino de la desesperación. Suiza no fue la excepción: muy replegado, cortó todo, ayudado por la falta de fineza y creatividad del ataque argentino.
Para poder jugar en el nivel de la ultracompetencia hay que entrar en un estado de enajenación que no permite un segundo de distracción, un mínimo corte en el despliegue físico, ni el más leve retardo entre la orden cerebral y el contacto con la pelota.
Así jugó Mascherano, la gran figura. Así mejoró la Argentina, más conectada y solidaria. Así se disimulan las deficiencias en algunas posiciones. Así se sustenta al 1 y al 2, que son los que ganan partidos.■
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