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Por Claudio Fantini. ¿Está a punto de estallar la tercera Intifada? Si eso ocurre, ¿cuál sería su alcance y cuál su consecuencia? La primera rebelión estalló en 1987. La produjo el hartazgo con la ocupación israelí iniciada tras la Guerra de los Seis Días en 1967 y dejó alrededor de dos mil muertos. Pero lo que vino a renglón seguido fue positivo.
Tras ese levantamiento se abrieron las negociaciones secretas de Oslo; se efectuó la Conferencia de Madrid y se estableció la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en Cisjordania, encabezada por Yasser Arafat.
La segunda se produjo en 2000 por la confluencia de dos acontecimientos: la provocadora irrupción de Ariel Sharon en la Explanada de las Mezquitas y el fracaso de Camp David II, en el que Bill Clinton intentó que Ehud Barak y Arafat firmaran un acuerdo que allanara el camino a la creación del Estado palestino independiente. El saldo de aquella ola de violencia superó los tres mil muertos.
Tiempo después, Ariel Sharon, ahora como primer ministro, ejecutaba mal una medida positiva: el fin de las colonias judías dentro de la Franja de Gaza. Debió pactar esa retirada con Mahmud Abas, para que el hecho fortaleciera a la ANP, pero lo anunció como medida unilateral, permitiendo que Hamas presentara la retirada israelí como un triunfo propio y copara el poder en Gaza.
Los ataques con armas blancas dejaron desde el 1° de octubre un saldo de 49 muertos (40 palestinos, 8 israelíes y un refugiado eritreo).
La actual violencia entre palestinos e israelíes tiene su origen en la presión de los ultra-ortodoxos judíos para tener el control total de la Explanada de las Mezquitas, poniendo fin al acuerdo alcanzado con Jordania en 1994 para que los musulmanes puedan orar en ese sitio que consideran sagrado.
El estallido de violencia tiene que ver también con la incitación de los imanes más radicales y de organizaciones extremistas, como Hamas y el Frente Democrático de Liberación Palestina, para que los jóvenes palestinos ataquen a israelíes con cuchillos o lo que tengan a mano. Pero, sin dudas, lo principal es la atmósfera para que eso ocurra. Y la atmósfera es explosiva por el intento de consolidar el “eretz Israel”, que va desde el mar Mediterráneo hasta el río Jordán.
Eso es lo que procuran los miembros extremistas del gobierno que encabeza el partido Likud. El primer ministro Benjamín Netanyahu, buscando satisfacer a esos aliados radicales que tiene en la Knesset, continúa haciendo inviable la existencia de un Estado en el fragmentadísimo territorio cisjordano.
Lo más grave es que, de producirse una nueva Intifada, ocurrirá cuando el Oriente Medio, con Siria convertida en un peligroso agujero negro, está generando las condiciones para una conflagración general, que podría alcanzar el rango de Tercera Guerra Mundial.