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Por Claudio Fantini. El vendaval que provocó el modo que usó Mauricio Macri para designar a dos miembros de la Corte Suprema de Justicia –Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrant– tapó un hecho inmensamente significativo que dejó a la vista el debate: ya no hay coro de ángeles para el nuevo gobierno.
Más allá de los tecnicismos con que el presidente justificó su decisión, el sismo que provocó confirma que fue, al menos, un error político. En modo alguno se puede justificar que, frente a la necesidad de reinstitucionalización que deja el kirchnerismo por su desmesurada arbitrariedad, se haya recurrido a una modalidad de nombramiento que genera tantas dudas respecto a su constitucionalidad.
Es cierto que la cuestión divide bibliotecas jurídicas, pero, por otro lado, parece indudable que son más sólidas las dudas que las certezas.
No era ésa la manera de marcar el comienzo del poskirchnerismo. Sin embargo, el sacudón político permitió visualizar una realidad totalmente diferente a la del período que concluyó: la gran mayoría de los intelectuales y periodistas que fueron duramente críticos con el gobierno de Cristina Kirchner, salieron a cuestionar el mal paso que dio Macri a poco de poner en marcha su gobierno.
Un ejemplo a destacar es el jurista Daniel Sabsay. Muchos pensaban que sus tremendos cuestionamientos al gobierno kirchnerista serían reemplazados por el silencio ante las desmesuras e irregularidades que cometería la nueva administración. Pero no es así.
Sabsay fue una de las primeras voces que cuestionó enérgicamente a Macri por las designaciones, aun teniendo la mejor de las imágenes de los dos juristas designados para integrar el máximo tribunal.
❝No hubo coro de ángeles ni silencio cómplice para el nuevo gobierno❞
Lo mismo pasó con la mayoría de los periodistas que el kirchnerismo consideró “enemigos del proyecto nacional y popular”. No hubo coro de ángeles ni silencio cómplice para el nuevo Gobierno. Y esto contrasta fuertemente con la intelectualidad kirchnerista y el “periodismo militante”, que practicaban la adulación permanente, la defensa a rajatabla de todo lo que decidiera el liderazgo K y la elaboración de teorías conspirativas para explicar las denuncias de corrupción.
Con todo, la voz de ese coro de ángeles que ya no canta desde el altar del poder, suena hipócrita y absurda al rebelarse con estupor ante la desmesura que acaba de cometer Macri.