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… aparece Cristina Kirchner arengando a sus huestes. O Marcelo Tinelli, con una comparsa de bailarines y escándalos más armados que una entrevista a Wanda Nara. En el resto, hay telenovelas y talk shows con conductores vociferantes y obsesionados por la vida ajena.
Usted busca un programa de opinión, si es entretenido mejor, y se encuentra con un periodista obeso que fuma y fuma, y dice que todo está mal. O paneles atiborrados de «verticalistas» y «militantes» que dicen que todo está bien. Los noticieros televisivos le generan aún más inseguridad. A esta altura, la claustrofobia va en aumento y sobreviene la taquicardia.
Pasa, querido amigo, que usted y yo estamos una suerte de infierno «sartreano», ese que nos condena a permanecer encerrados en una realidad petrificada e idéntica a sí misma. Cualquier parecido con el querido país, no es ninguna coincidencia.
Sin embargo, aún en este contexto, no todas son malas noticias. El 2012 aportó saludables fracasos. Entre otros, el de Los Únicos, un sancocho que reunía a la créme de ídolos adolescentes, como Nicolás Cabré, Eugenia “China” Suárez, Brenda Asnicar o “Nico” Vázquez, que ganan millones por balbucear y pestañerar. También hubo fiascos tan costosos como Condicionados, con Soledad Silveyra y Oscar Martínez, reveladores del hartazgo de sexo implícito o explícito. Hoy, la audiencia prefiere y dispone del “porno” improvisado, ése que suben a la red decenas de estrellitas y estrellados.
Los éxitos vinieron por la onda “retro” de Graduados, una telenovela que calzó justo en nuestra conocida tendencia a la adolescencia perpetua. Con muchísimo menos producción y figuras, las competencias canoras tuvieron casi tanto rating como Showmatch.
Conclusión, a la tele le hacen más falta ideas que caras o trastes. Igual que a la política. Pero a falta de ideas, se recurre a las mismas caras y plataformas. Entre los “grandes” anuncios del 2013 figura la vuelta a la pantalla de Susana Giménez, que se tomó un año sabático y lo pasó entre Miami y Punta del Este. También volvería Mirtha Legrand, con un almuerzo o cena por semana. Tinelli, cada vez más empresario y menos visionario, haría otro Gran Cuñado. En un año con elecciones programadas, candidatos a legisladores o a cualquier lugar, “pautarán” por un bolo, un cameo o una imitación. No habrá ley de medios que los detenga o investigue.
Con tanto dinosaurio, no es casual que la televisión se haya vuelto jurásica. No hay que afligirse demasiado: si sobrevivimos hasta ahora, ¿por qué no habríamos de seguir haciéndolo?
¡Feliz Año! para todos y todas.