Por Claudio Fantini. Quizá nunca se sepa con exactitud la magnitud de los daños causados por el...
Mientras se debate en el Congreso cómo deberían actualizarse las jubilaciones y pensiones, el...
Por Juan Turello. El duro ajuste de Javier Milei incluye a muy pocos ganadores, aunque en las...
El Grupo Autocity concretó en los últimos meses dos hechos que ratifican su liderazgo en la...
Domingo Cavallo está en Córdoba, donde dice que "estudia" y se reúne con amigos, a muchos de los...
En los últimos días Google ha utilizado sus famosos Doodles, con una serie de juegos vinculados a...
Durante un acto realizado en la sede de la Fundación OSDE, en la ciudad de Córdoba, realizamos la...
El domingo pasado, desde la cuenta @Pontifex_es, se publicó el primer tuit del papa Francisco,...
El duro ataque del empresario Jorge Petrone, dueño de Gama (una de las mayores desarrollistas de...
Suscribite al canal de Los Turello.
Por Eugenio Gimeno Balaguer. Asistimos a los funerales del “voluntarismo carismático”, que históricamente ha definido a la mayoría de los liderazgos políticos y sociales de América Latina. Estos, carecen de respuestas ante las necesidades de gestión cada vez más complejas. Veamos de qué se trata.
El mismo cortejo es acompañado por el “utilitarismo tecnocrático”, teñido de fracaso en su incapacidad para brindar con eficacia una solución a las necesidades cotidianas, desde comunicarse, trasladarse con previsibilidad o recibir oferta de servicios de educación, salud y seguridad con eficacia.
El cambio de las estructuras sociales y culturales está mostrando el ocaso de distintos modelos sociales de conducción.
La crisis de valores ha contribuido también a la decadencia de todos estos modelos que han mostrado una nota común: su falta de sustento en habilidades gerenciales concretas y la práctica de la demagogia como estilo de gestión.
La formación de dirigentes para los nuevos desafíos debe edificarse sobre un modelo que se apoye en tres pilares:
Cuando hablamos del marco ético, lo hacemos sustentado en valores básicos de integridad, confiabilidad y solidaridad, partiendo de una consigna: “Primero, buena persona; luego, buen ciudadano; después, buen dirigente”. Éste es el gran desafío de transformación a impulsar.
Ante todo necesitamos coherencia como valor, esto dará credibilidad, y una demostración de conducta en todos, pero en especial en los políticos, esto dará confianza.
Hay un divorcio entre el ser y el pensamiento, y el pensamiento vacío del ser se reseca. Se puede hablar sin pensar, y en ello están a nuestra disposición las frases hechas, es decir los automatismos. No existe verdadero pensamiento si no se lleva a la acción.
Esto se relaciona con la esencia que intenta esta igualdad: que lo que pienso, lo que digo y lo que hago esté unido por el signo igual. En matemáticas: P = D = H.