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Por Claudio Fantini. Esto es lo que deja Fidel Castro. Un mundo con millones de personas que lo veneran y millones de personas que lo detestan. Los primeros ven un héroe libertario, en el que los otros ven un tirano brutal. Los festejos en las calles de Miami reflejaron el mal gusto que habita en las culturas autoritarias.
Las lágrimas que muchos derraman son indulgentes con el autoritarismo de un régimen que empujó a cientos de miles de personas a cruzar el mar en barcazas para huir de lo que se suponía un paraíso social. Festejar una muerte es aborrecible, aunque sea la del hombre por el cual nunca más pudieron volver al país en el que nacieron.
La monumentalidad de los funerales contrasta con la incidencia real que la muerte de Fidel tendrá en el curso de los acontecimientos.
Su régimen de partido único y liderazgo ultrapersonalista no es el sistema que prolifera en el mundo. Y su modelo económico colectivista de planificación centralizada colapsó en la Unión Soviética haciendo desaparecer esa potencia, a la vez que mostró la patética postal de la reconversión vertiginosa hacia la propiedad privada de los países que habían integrado la ex URSS y de los que habían sido parte del Pacto de Varsovia.
En China, el colectivismo de planificación centralizada empezó a ser reemplazado por uno de apertura al mercado y al capital privado desde que llegaron al poder Deng Xhiaoping y Zhao Ziyang. El Partido Comunista sobrevivió en el poder, pero concluyó el liderazgo con culto personalista que había construido Mao y echó por tierra la economía colectivista de planificación centralizada.
Lo mismo ocurrió en Vietnam, con el proceso llamado la “Doi Moi”, que en lengua viet significa “reforma”.
En su etapa crepuscular, el comandante de la Revolución ya no influía sobre los hechos. Al poder lo controlaba totalmente su hermano Raúl.
Lo acompañó en el asalto al cuartel Moncada en 1957; en la cárcel tras esa derrota; en el exilio en México; en el retorno a bordo del Granma; en la Sierra Maestra; en la victoria sobre Fulgencio Batista y en la construcción de un régimen que tuvo luces fulgurantes y también sombras oscurísimas y densas.
Raúl Castro fue el primero en entender que la economía cubana debía seguir el camino de apertura de China y de Vietnam, si quería el Partido Comunista sobrevivir en el poder.
Hugo Chávez lo definió claramente: “Fidel es nuestro Papa”. Y eso era para la feligresía izquierdista del mundo que pertenece a la cultura autoritaria. En la monumental despedida que se efectuará durante nueve días, se manifiesta ese sentimiento religioso de veneración que despertaba.
Del otro lado del estrecho de la Florida, se manifiesta en el peor aspecto (el festejo de una muerte), la aversión que despertó en cientos de miles de cubanos que huyeron de su país y otros cientos de miles que fueron echados y nunca pudieron regresar.
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