Por Juan Turello. El fenómeno de compras en Chile durante el fin de semana extralargo puso en...
La caída en la actividad no sólo provocó una fuerte baja en el consumo, sino que sus efectos ya...
Por Claudio Fantini. Quizá nunca se sepa con exactitud la magnitud de los daños causados por el...
Domingo Cavallo está en Córdoba, donde dice que "estudia" y se reúne con amigos, a muchos de los...
Guillermo Oliveto, uno de los consultores más prestigioso en materia de consumo en la Argentina,...
Por Claudio Fantini. Si cae el régimen, Siria podría dividirse, como ocurrió en China cuando...
Durante un acto realizado en la sede de la Fundación OSDE, en la ciudad de Córdoba, realizamos la...
Por Gastón Utrera. El Índice de Actividad Económica en Córdoba (IAEC), elaborado por la...
Suscribite al canal de Los Turello.
Por Héctor Cometto. Lo que parecía un imposible, sucedió. Bianchi perdió una vez y más. Perdió mal, con sus jugadores corriendo de atrás a los que definían la victoria, o mirando al contrario y al compañero que tiene la pelota, o recurriendo al pelotazo para resguardarse de improvisar y arriesgar. Con las peores demostraciones en un juego de conjunto: sin desmarque para jugar ni asistencia para marcar, principios solidarios esenciales.
De estos jugadores, al Bianchi 90-2000 no le duraba ninguno.
La inconsistencia espiritual siempre fue lo primero que detectó. Claro, tenía equipos en Vélez o Boca con ocho líderes de once y en el actual no tiene ni siquiera uno. El principal se fue en junio, pero Riquelme también se acostumbró a aquellos tiempos en que su protagonismo tenía límites impuestos por las otras fuertes personalidades.
El Boca de los últimos tiempos no tuvo ninguna de las señales de identidad de un equipo de Bianchi, de un equipo de Boca.
Hasta le falló el registro de la tipología del jugador a incorporar, y se equivocó una y otra vez. Y no reaccionó. Siguió repitiendo la muletilla: ❝¡Ojo, eh, que Boca ganó un solo título entre 1980 y 2000!❞ Después vino la época gloriosa, con su responsabilidad directa en los dos primeros ciclos.
En este último, los tiempos y los jugadores habían cambiado y él no. Y no les llegó, no lideró, no armó, no respaldó, no cambió. Siguió durmiendo la siesta. Y un día le tocó perder.■