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Por Eugenio Gimeno Balaguer. En las fiestas, y en especial en las de fin de año, es casi imprescindible hablar del tiempo y su gestión. La gestión del tiempo es una predisposición y un conjunto de estrategias que explícita o implícitamente tienen en cuenta tres elementos esenciales: voluntad, energía y coherencia. De nada nos sirve “ganar tiempo” si no lo consagramos a las actividades prioritarias y a los objetivos que uno se ha marcado.
Estos objetivos se sitúan tanto en el plano personal, como en el profesional. La finalidad principal es ordenar su secuencia armonizando la vida de cada uno alrededor del único patrimonio real que poseemos: el tiempo.
Son ineludibles, a veces implícitamente, a veces los manifestamos:
Las respuestas que dé a ellos serán una guía para este 2017. Incluso, en determinados momentos de nuestra vida, depende cada quien, siempre hay interrogantes especiales que exigen respuestas que van más “al hueso” y estos también son momentos para recordarlos, por ejemplo:
Las respuestas que dé a estos interrogantes serán sin duda mejores cuanto más avance en la vida. Ellas son las que me brindarán convicción y libertad como valores íntimos que distinguirán el vivir del durar, desarrollar mis potencialidades y disfrutar de la vida. O, por el contrario, será sólo un transcurrir, pasar por el tiempo sin dejar huella.
Me gustaría recalcar un pensamiento sobre la coherencia. Ser coherente frente a la acción examinada es una condición de realización en la vida personal, pero pueden presentarse dificultades que llamo “cronófagas”, –devoradoras de tiempo.
La vida de cada uno y la gestión del tiempo no pueden consistir en una colección de recetas atractivas, universales, inaplicables y perfectamente inútiles.
Es útil disponer de una guía que permita determinar el verdadero nivel del problema, porque quien ante una dificultad no sabe cambiar de nivel, cae en la obstinación. El obstinado es quien hace frente a la dificultad dando la espalda a la solución. Y esto en política es frecuente, y también a nivel personal.
Luchar contra la obstinación es invertir nuestro sistema de valores para convertirnos en estrategas de nuestra propia vida, porque en cada uno de nosotros duerme un héroe en potencia.
Recordemos que cada uno administra su tiempo. Su vida y la gestión del tiempo no pueden consistir en una colección de recetas atractivas, universales, inaplicables y perfectamente inútiles.
Sí, debería consistir en saber que uno es dueño de su tiempo, que tiene que escoger y organizar sus espacios evitando que otros se los apropien y tengamos -lo que llamo el «tiempo medido»- que deberemos sufrir o soportar.
Mi deseo es que nuestros balances y planes creen calidad de vida que comencemos pronto a disfrutar.