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Por Claudio Fantini. Una crítica de Cristina Kirchner a Ecuador expone su propia falta en relación con lo que sucede en Venezuela. Al cuestionar que la candidatura de Andrés Arauz Galarza aún no haya sido aceptada por la Justicia Electoral, la vicepresidenta dijo que en Ecuador no hay democracia porque existen las proscripciones. Arauz encabeza la fórmula en la que el candidato a vice es el ex presidente Rafael Correa, cuya postulación ha sido invalidada por su situación judicial.
Si Arauz nombra otro acompañante y aun así la Justicia rechaza su postulación, entonces Cristina Kirchner tendrá razón.
Ahora bien, por la misma razón, la vicepresidenta debiera considerar que los comicios legislativos en Venezuela fueron una farsa electoral, ya que el régimen proscribió a las principales figuras de la oposición al intervenir a sus respectivos partidos.
Sobre las proscripciones en Venezuela, Cristina Kirchner no dice nada y Alberto Fernández quedó atrapado en un silencio bochornoso.
El presidente Alberto Fernández ni felicita a Maduro por el supuesto “triunfo”, ni acompaña a la mayoría de los venezolanos y a las decenas de Estados y organizaciones internacionales que no reconocen la legitimidad de los comicios.
Según la oposición que llamó a no votar, sufragó menos del 20 por ciento del padrón, mientras que, según el régimen, votó el 31 por ciento.
El hecho es que, aún siendo cierta la cifra que da el régimen, la escasísima participación -a pesar de las públicas presiones para obligar a la gente a votar- implica un rotundo fracaso del poder imperante.
Votar no es lo mismo que elegir. Al régimen residual chavista le interesa que los venezolanos voten, pero no que verdaderamente elijan.
Que haya urnas y boletas significa poco, si no hay Estado de Derecho.
Dictaduras étnicas como la de Saddam Hussein en Irak y la de los Assad en Siria, entre muchas otras, ostentaban victorias electorales con pisos del 98% de votos a favor de sus candidaturas.
Al advertir que “el que no vota no come”, como dijo el vicepresidente Diosdado Cabello, dejó a la vista los poderosos instrumentos que tiene el régimen para controlar a la sociedad. Por caso, el manejo monopólico de la distribución de alimentos.
Para “comer” hay que tener el “carnet de la patria” y hay que hacer lo que la nomenclatura ordene, como advierte de manera explícita el poderoso número dos del régimen.
Todo lo que haga el chavismo simulando pluralismo, Estado de Derecho y libertad de elección, no puede ser creíble. Sólo puede ser simulación. Y en el caso de esta elección, ni siquiera hubo simulación.
El Tribunal Supremo de Justicia intervino las tres principales fuerzas opositoras, Voluntad Popular (de Juan Guaidó y Leopoldo López), Primero Justicia (de Henrique Capriles) y Acción Demócrática (de Henry Ramos Allup).
La última elección en la que el chavismo no impuso el resultado fue la que se realizó en el 2015 para conformar la Asamblea Nacional.
Y como ganó la oposición, el régimen aisló al Poder Legislativo y le aplicó una suerte de vasectomía institucional que le impidió legislar y cumplir su rol de poder independiente.