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Por Claudio Fantini (Periodista, politólogo, docente de la UES 21). Los demócratas volvieron a mostrar que aventajan a los republicanos en materia de mujeres. Y no sólo en las encuestas.
La comparación entre Michelle Obama y Ann Romney…
es inevitable.
Mitt Romney había logrado emparejar las encuestas con la nominación de su compañero de fórmula, el carismático ultra-conservador Paul Ryan.
Pero en la convención partidaria que se realizó en Carolina del Norte, los demócratas jugaron tres cartas ganadoras. La primera fue la bella y lúcida Michelle Obama.
Días antes, en la convención republicana, la esposa del candidato conservador hizo una buena, aunque poco creíble, descripción de su marido. Pero el discurso de Ann Romney fue políticamente insignificante en comparación con el que dio la Primera Dama. El diploma que obtuvo en Harvard se notó en la profundidad con que la esposa de Barack Obama reflexionó sobre el momento político que le tocó liderar a su marido.
La diferencia fue abismal. El Partido Demócrata siempre llevó a la Casa Blanca primeras damas intelectualmente más notables que la de los mandatarios republicanos. Eleanor Roosevelt fue clave para el éxito que su marido, Franklin Delano Roosevelt, tuvo en la lucha contra la Gran Depresión y en la Segunda Guerra Mundial. También se hizo notar, aunque por otras razones, Jacqueline Kennedy.
Ni Nancy Reagan ni Bárbara Walker Bush fueron profesionales brillantes como Hillary Rodham. La esposa de Bill Clinton figuraba en la lista de los 100 abogados más prestigiosos de los Estados Unidos, y demostró la solidez de su preparación cuando se lanzó a la política.
No por ser bibliotecaria es que Laura, la mujer de George W. Bush, no pudo competir con su antecesora ni podría hacerlo con quien la sucedió como primera dama. Su opacidad la relega al rol de típica esposa republicana. En cambio Michelle Obama, igual que Hillary Rodham, demostró capacidad y convicción política, aportando energía a la campaña demócrata.
Las otras dos cartas fuertes que tuvo la convención que consagró la candidatura de Obama, fueron los vigorosos y lúcidos discursos de Bill Clinton y del propio presidente norteamericano.