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Por Eugenio Gimeno Balaguer. Desde la antigüedad más remota el ser humano se interesó por anticipar el futuro. De hecho, en la antigua Grecia, el Oráculo de Delfos fue uno de los lugares más concurridos por quienes deseaban conocer los tiempos por venir. Hoy los periódicos del mundo consignan los avisos más sorprendentes de chamanes, y hasta parapsicólogos, que ofrecen adivinar el futuro.
La inteligencia humana tiene esa capacidad de anticipación y mediante ella, orientamos nuestra acción tomando decisiones. Por ejemplo, si está nublado suponemos que lloverá y tomamos un paraguas antes de salir. Pero las decisiones están influenciadas no sólo por la experiencia sino también por lo que se quiere experimentar. En esta compleja operación de anticipación se eligen metas en función de lo aspiraciones o deseos; la formulación de proyectos.
❝Un futuro sin proyectos… conduce a la depresión❞.
Si bien un proyecto tiene ‘algo de irreal’, orienta las acciones. De esta manera, se abre un campo inmenso de posibilidades ‘elegidas’ que se buscan materializar. La formulación de proyectos es el gran valor de la anticipación.
■ Un futuro sin proyectos: convierte a los humanos en seres con una inteligencia rutinaria y conduce a la depresión con actitudes desganadas y sin futuro que seduzca.
■ Un futuro con proyectos: induce a conductas ordenadas para convertir la posibilidad en realidad; orienta a un camino fértil donde el ánimo, el entusiasmo y la alegría serían la moneda de la vida cotidiana.
Como se puede advertir, anticipar el futuro debería perseguir un sistema de obtención de respuestas y también un sistema de preguntas para no depender de los estímulos recibidos.
Ojala que en 2015 trabajemos para anticipar un futuro con proyectos.