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Por Claudio Fantini. La democracia se enriquece en el disenso. La pluralidad implica la diversidad de consideraciones sobre cómo resolver los problemas y como mejorar la vitalidad de la economía y los niveles de justicia en la sociedad. Esa diversidad es enriquecedora. Pero no es lo mismo disentir sobre los problemas y desafíos sociales, políticos y económicos, que mirar realidades viendo en ellas cosas absolutamente diferentes. Se puede tener diferencias sobre la belleza y la utilidad de un elefante, lo que no es posible es que unos vean un elefante donde otros ven una jirafa. En ese caso, no hay pluralidad, sino un trastorno político de tipo esquizofrénico.
Argentina muestra esos síntomas en dos rubros: la corrupción kirchnerista y la economía de Macri. En el primer caso, una mayoría contundente ve un inequívoco y gigantesco sistema de enriquecimiento ilícito montado y dirigido desde la cúpula del Estado, donde Cristina describe una ficción burda para llevar a cabo una persecución judicial destinada a encarcelarla. La victimización de la ex presidenta no es lo notable. Lo notable es que un sector de la sociedad, aunque cada vez más pequeño, está dispuesto a creerle a pesar de las evidencias.
El mismo síntoma esquizoide aparece en la consideración sobe la economía de Macri. Para el kirchnerismo y la izquierda es brutalmente neoliberal, mientras que para notables economistas y comunicadores es la continuidad del populismo, aunque con rostro amable.
¿Cómo pueden algunos ver “kirchnerismo light” donde otros ven una feroz ortodoxia? ¿Tienen razón los que ven el elefante o los que ven la jirafa? Argentina parece condenada a una existencia de dios Jano, la antigua deidad romana cuya efigie tenía un rostro viendo amaneceres y otro contrapuesto, que vía crepúsculos.