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Por Héctor Cometto. Julio Grondona y sus amigos fueron al bar de siempre en Sarandí, y ese día no los dejaron entrar. Se enemistaron con el dueño y decidieron armar un club. Así nació Arsenal en 1957, con los colores combinados de Racing e Independiente.
Arsenal acaba de ganar la Copa Argentina, con el enorme peso o prejuicio general de ser «el equipo de Grondona», o sea, el caballo del comisario.
Es que el hombre maneja todo y su influencia es decisiva. Es uno de los pocos que ascendió y no bajó nunca, que en 120 partidos en 2005 le expulsaron 7 jugadores, mientras que a Olimpo, 31, y a River, 22, en el mismo período. Todavía es recordado el arbitraje del paraguayo Grancé en la final de ida con América, que le valieron a Mariano Closs -por sus críticas- no poder transmitir el partido final en la cancha de Racing.
Eso sí: al César lo que es del César. Gustavo Alfaro, su excelente técnico, definía las virtudes del hoy quintuple campeón: “A veces, lamentablemente tenés que ser mezquino, entre comillas, porque no podés exponer tus debilidades. Lo que no puedo hacer no lo tengo que mostrar. La manera de ser fuertes es llevar a los demás al terreno en el que yo puedo ser fuerte. Uno termina siendo un técnico y un equipo pragmático porque tiene que optimizar sus recursos”.
Todo dicho. Los partidos se ganan en el verde césped. Si es con humildad, corazón y espíritu de equipo, en la Argentina se puede, más allá del prejuicio.