Por Claudio Fantini. Jair Bolsonaro está siguiendo los pasos que dio Donald Trump en su intento de quedarse en el poder a pesar de perder la elección. Cuando las encuestas empezaron a vaticinar el triunfo de Joe Biden, el magnate neoyorquino empezó a hablar de fraude y a preparar el camino al desconocimiento del resultado electoral. Algo similar sucede con el actual presidente de Brasil. Repasemos de qué se trata.
Desde que las encuestas empezaron a vaticinar su derrota en los comicios de 2022, Bolsonaro empezó a denunciar de antemano un fraude.
Además, ataca a la Justicia desde que los jueces comenzaron a acumular denuncias en su contra, y el Superior Tribunal Federal empezó a analizar las veces que cometió estropicios contra la institucionalidad democrática.
Bolsonaro lleva tiempo llamando públicamente a los militares a clausurar los poderes Legislativo y Judicial.
Hay señales de que la Armada apoya su planteo; la Aeronáutica, no; y hay división entre los generales del Ejército, pero tiene el apoyo masivo de los mandos medios y bajos.
No obstante, aún no ha logrado lo que espera de las Fuerzas Armadas: un golpe contra la vigencia de la Constitución, en una interpretación del artículo 142, como una legalización de ese procedimiento.
Ese artículo se refiere a la obligación militar de “defender la patria”, dar “garantías a los poderes de la Constitución” y, “por iniciativa de cualquiera de ellos, establecer la ley y el orden”.
En ese último punto, Bolsonaro y sus adeptos ven una legitimación constitucional del golpe.
Ese fantasma sobrevoló los actos y las manifestaciones ultraderechistas que hubo en Brasil, al evocarse el Día de la Independencia.
Bolsonaro volvió a amenazar al Superior Tribunal Federal. Presiona contra los jueces supremos Alexandre de Moraes y Roberto Barroso, a quienes acusa de la ola de causas en su contra y por la investigación sobre presuntas acciones inconstitucionales.
Sabe que puede perder la elección de 2022, porque la economía está dando señales negativas que podrían no revertirse a tiempo para dar vuelta la tendencia.
Como hacía Trump con el voto por correo, Bolsonaro está atacando ahora el voto electrónico, implementado desde 1996.
Parece aplicar el mismo método, aunque a su ídolo norteamericano no le sirvió más que para provocar inconducentes estropicios.