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Qué país, éste. Créanme, no es fácil encontrar otro igual. El jueves 13, la ira social nos llevaba puestos. El viernes 14 seguía la bronca, con repercusiones fogoneadas por algunos sectores.
El sábado 15…
… todavía se hacían comentarios de las manifestaciones, pero mientras se esperaba el match entre “Maravilla” Martínez y Julio César Chávez Jr. Desde el domingo hasta hoy y vaya a saber cuándo, no se habla de otra cosa. Las mujeres, que nuevamente fueron las grandes protagonistas del cacerolazo, se prendaron del físico del campeón. La tele y las portadas lo tienen como figura absoluta.
Convengamos que hace rato que no vivíamos un fenómeno así, que nos desnuda por completo. Nunca tan bien dicho.
Sergio “Maravilla” Martínez (37) es un arquetipo de la sociedad argentina. Nació en Avellaneda, se crió en Quilmes, hace más de una década que vive entre California y Madrid, tiene un curioso acento hispano, y no lo conocía ni Chiche Gelblung. Desde que ganó en su categoría (o sea, desde que es súper exitoso), lo reconocemos y amamos con locura, y es otra prueba irrefutable de que la Argentina es cuna de campeones. Aunque muchos hayan hecho su carrera en otro lado, porque aquí nadie le abría la puerta.
Además de winner total, Sergio es un dulce. Partimos al quiosco y compramos varias revistas, para informarnos sobre su persona y trayectoria. No faltó el guarango que dijera: “¡Qué bárbaro, che, cómo se babean las minas por el `Maravilla´ Martínez … y las `veteranas´ son las peores!”
En defensa del honor y la verdad, pusimos las cosas en su lugar: “Si lo dice por mí, sepa que yo me identifico con la madre, a quien este joven le dedicó su triunfo”. Nadie se lo creyó, pero porque la gente es así. Escéptica.
Las fotos de “Maravilla” demuestran que su apodo no es casual. Y que no se aplica sólo a sus puños. Ha sido bailarín y modelo, sobre todo de ropa interior (masculina) y, definitivamente, tiene más sex appeal que Flavio Mendoza.
Con esos anteojitos parece un intelectual salido de los talleres de Tomás Abraham. Habla de Dios y recita el Sermón de la Montaña; recuerda con orgullo su pobre infancia en Claypole; está re-enamorado de su chica; participó en Show Match “por la plata, para comprarle una casa a mi mamá” y, visto en boxers, es más atractivo que el El Pensador de Rodin.
En resumen, chicas, con este sí que ganamos. Se acerca al ideal del varón argentino, y nos salió mucho mejor que Carlos Monzón o la Hiena Barrios. Con razón el rating del cacerolazo perdió por knock out, frente al maravilloso Sergio Martínez.