Por Héctor Cometto (Periodista deportivo, analista en los ciclos informativos de Teleocho Córdoba, @hectorcometto). Las recientes medidas de la AFA contra la violencia en el fútbol, influenciadas por la decisión del Gobierno de no generar climas negativos en un año electoral…
… blanquean una connivencia que ya se daba en la realidad y en los discursos, y sobre todo en los hechos. Y para que no queden dudas, la Real Academia Española define a connivencia como «disimulo o tolerancia del superior acerca de las transgresiones que cometen sus subordinados contra las reglas o las leyes bajo las cuales viven».
La AFA penalizará con suspensión de su cancha cuando los locales promuevan la violencia, y en el próximo partido de visitantes, si son los que viajaron. Después veremos, arreglamos, esperemos, que las recientes muertes salgan de los titulares de los diarios. Nada de medidas profundas, de cambios de raíz. Sólo queda entonces, convivir de la peor manera.
No es un problema sólo de este país, hasta Barcelona tiene serios conflictos con sus hinchas más radicalizados, aun en el mejor momento de su historia.
En la Argentina hay una cultura del barrabrava. Y este grupo de delincuentes organizados ya ha hecho metástasis en las plateas, en los escritorios, en las fuerzas del supuesto orden, y afuera del estadio.
Manifestaciones, recitales, actos políticos, lugares bailables se tiñen de los hábitos del “aguante”, fundamentalismo de la cultura futbolera que se nos ha ido de las manos. Y lo que menos hay es «aguante». Ni paciencia para la incondicionalidad de antes en los malos momentos del club, ni verdadera guapeza, valentía para alentar o resolver problemas. No se las aguantan los aprovechadores, patoteros, criminales.
Desde ya que no se puede generalizar, hay muchísima gente que vive el rito de otra manera. Y también admira, exalta y hasta protege esos hábitos. Allí también hay connivencia.