Por Juan Turello. Alberto Fernández ya está en Alemania, donde se encontrará con los líderes de los países más desarrollados del mundo. La imagen es una ironía sobre lo que está pasando. El Presidente deja atrás un país semiparalizado por la falta de gasoil, con piquetes de transportistas en las principales rutas, y con una economía agobiada por la alta inflación, señala mi nota en La Voz.
La protesta por el gasoil impacta en las cosechas de maíz y de caña de azúcar, principalmente, y en la producción fabril, ante la carencia o demora de insumos clave para las industrias automotriz y metalmecánica.
El daño es aún incalculable, pero ralentizará más la economía, que apenas creció 0,9% en el primer trimestre en relación con el cuarto trimestre de 2021, en la versión desestacionalizada.
La actividad se desacelera en relación con el pico de mediados del año pasado, por el menor consumo (la venta de alimentos cayó en mayo, con fuerte impacto en el conurbano bonaerense) y la incertidumbre que genera el Gobierno con sus idas y vueltas.
Varios botones de muestra. Mientras la Jefatura de Gabinete y Agricultura apoyaban la urgente importación de gasoil, otros sectores oficiales mostraban una actitud renuente.
Al final, los funcionarios kirchneristas -que controlan Energía- aceptaron aumentar la mezcla de biodiésel con gasoil, que será del 12,5% por dos meses.
La medida había sido sugerida a fines de 2021 por los estacioneros, según recordó Gabriel Bornoroni, titular de la cámara nacional (Cecha) y de la federación cordobesa (Fecac).
“Esa medida hubiera ahorrado la importación de 14 barcos; con menor salida de divisas y un impacto favorable en la balanza comercial”, apunta Bornoroni.
La pelea instalada a partir de las admoniciones de Cristina Kirchner golpea al comercio exterior y a la “guerra” contra los precios.
El superávit comercial se achicó porque los precios de la energía que importa la Argentina son más altos, así como los de los insumos industriales.
Los funcionarios albertistas desmintieron que exista un «festival de importaciones», mientras que los especialistas en comercio exterior advierten que los ingresos prescindibles sólo significan 3.600 millones de dólares anuales, poco más del 5% de las importaciones.
Las idas y vueltas en el Gobierno no sólo ahondaron el conflicto por la falta de gasoil y pueden afectar el ingreso de insumos imprescindibles, sino que tampoco hay consenso en economía sobre cómo controlar la inflación.
Cristina Kirchner y Axel Kicillof son los mayores exponentes del credo de que la emisión para cubrir el déficit fiscal no provoca inflación, sino que la suba de precios es fruto “de la evasión y del endeudamiento macrista”.
No hay teoría económica ni base empírica que avalen los postulados kirchneristas, que intentan acorralar a Martín Guzmán para evitar el aumento y la segmentación de las tarifas de luz y de gas, además de un recorte de los gastos.
El crédito del ministro se agota porque los precios no ceden -la inflación de junio estará por encima del 5,1% de mayo- y porque el endeudamiento en pesos para financiar el déficit es cada vez más caro, lo que afecta el crédito a privados.
El viernes último, el Fondo Monetario Internacional (FMI) le dio una mano al aprobar las metas del primer trimestre. El Fondo no quiere plegarse a un eventual festival de platos rotos.
Alberto Fernández en Europa se reunirá con los líderes del G-20, a los que les prometerá alimentos y energía.
El gasoducto desde Vaca Muerta aún no tiene ni la traza ni la aprobación ambiental final.
Los granos se pudrirán en los campos si no hay combustibles para la maquinaria ni para la producción industrial.
¿Quo vadis Argentina?, podrían preguntarle los líderes al Presidente para desentrañar adónde va el país.