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Por Claudio Fantini. Posiblemente, el gabinete que encabeza el duro Benjamín Netanyahu empiece a sospechar que ha caído en una trampa. Esta vez, la operación terrestre en la Franja de Gaza le está costando mucho más que las realizadas en ocasiones anteriores.
A horas de incursionar en el territorio costero, sus bajas duplican a las que el ejército judío sufrió en la Operación Plomo Fundido, realizada en 2008.
A esta altura de la brutal confrontación armada, es posible sospechar que los ataques con cohetes Kasam y Grad lanzados desde Gaza y en buena cantidad interceptados por el escudo antiaéreo conocido como Cúpula de Hierro, así como los operaciones comandos que ingresaron a Israel a través de túneles, fueron anzuelos para tentar a los israelíes a lanzar una ataque terrestre. Cuando los soldados judíos entraron con sus tanques, encontraron un sistema de emboscadas bien planificadas y eficaces para producir bajas.
Pero el verdadero objetivo de ese plan, más cuidadosamente elaborado que los anteriores, posiblemente no pase por las muertes que puedan provocar en las filas enemigas, sino en el intento de captura de efectivos israelíes. Y mejor si se trata de jóvenes reservistas.
Hamas quiere otro soldado Shalit. En 2006, comandos de Ezedim al Kasem y de la milicia Ejército del Islam, hicieron una operación relámpago secuestrando a un reservista que montaba guardia en un puesto de control fronterizo.
Para rescatarlo, Israel lanzó la Operación Lluvia de Verano, pero hallarlo resultó tan imposible como encontrar a Ismail Haniye y el resto de la alta nomenclatura del régimen de Gaza. En aquella operación murieron más de 400 palestinos y 11 israelíes.
Con el joven Guilad Shalit, un estudiante que vivía en Nahariya, Hamás no cumplió con la Convención de Ginebra, negándole el derecho a ser visitado por miembros de la Cruz Roja Internacional. Y pudo regresar a su hogar recién cinco años después mediante un canje: a cambio del soldado Shalit, Israel liberó a más de un millar de dirigentes y yihadistas del Ezedim al Kasem y la Jihad Islámica.
Con la sensación de haber caído en una trampa bien urdida, mientras dure esta sangrienta batalla, más que en evitar bajas en sus filas, el ejército judío parece concentrarse en que ningún efectivo propio sea capturado.