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Por Claudio Fantini. Otra vez apareció la imagen de Ubú Rey, el personaje que Alfred Jarry creó para caricaturizar la corrupción enfermiza de quienes habitan el poder. Para el escritor francés que inspiró el surrealismo y el dadaísmo, la ambición que motoriza a los gobernantes corruptos es más fácil de describir desde el absurdo. Y de hecho, Ubú Rey fue, a finales del siglo 19, uno de los primeros pasos que dio el teatro del absurdo.
En la dimensión de lo desopilante quedará la imagen del alto ex funcionario kirchnerista José López atrapado mientras intentaba ocultar un tesoro adentro de un convento.
Semanas antes, funcionarios judiciales buscaban tesoros enterrados en estancias patagónicas. Parecían el rey babilónico del cuento de Borges, que preguntaba cuál era el laberinto que su anfitrión había prometido mostrarle, mientras éste lo abandonaba en medio del desierto. El laberinto era, precisamente, ese desierto del que no pudo salir.
Del mismo modo, el tesoro buscado en la Patagonia, eran precisamente esas estancias infinitas, compradas con dinero sustraído a las arcas públicas.
La literatura parece graficar la corrupción en la Argentina. Como un pirata de los libros de Stevenson, Conrad y Salgari, el ex secretario de Obras Públicas pretendía enterrar un tesoro. Sólo falta ver con qué recurso de la imaginación, los magistrados justifican ahora seguir sin atar los cabos expuestos tan obscenamente.
Resulta inverosímil que el mapa de la isla del tesoro del pirata José López, no conduzca directamente al ex todopoderoso ministro de Planificación que tuvieron Néstor y Cristina Kirchner durante 12 años: Julio De Vido.
Es también inverosímil que ese engranaje crucial del poder kirchnerista que fue De Vido, haya construido semejante máquina de recaudación ilegal, sin el consentimiento y la dirección de sus jefes.
Es inverosímil que ese engranaje crucial del poder kirchnerista que fue De Vido, haya construido semejante máquina de recaudación ilegal sin el consentimiento y la dirección de sus jefes.
No es mucho más difícil que sumar uno más uno. La gran habilidad judicial, hasta el momento, no ha estado en la dilucidación, sino en el encubrimiento. El problema es que ocultar la corrupción kirchnerista ya es como esconder un elefante detrás de un perchero.
Si se impone la lógica más elemental, la lupa de la Justicia se posará sobre las cabezas máximas del gobierno anterior. Pero cuando se trata de corrupción en la Argentina, la lógica suele extraviarse en el escenario del teatro del absurdo.
Por último, escuchá el análisis político del periodista Julián Cañas por el programa «Juan Al Medio», en Radio Continental Córdoba: