Por Claudio Fantini. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogán, se mostró horrorizado por la masacre perpetrada mediante un “niño-bomba” en una boda, que causó la muerte de más de 50 personas durante los festejos del casamiento que se realizaba en una ciudad kurda del sur de Turquía. Erdogán acusó al Estado Islámico (ISIS, según sus siglas en inglés).
El presidente de Turquía hizo tal acusación como si su gobierno no hubiese colaborado indirectamente para el crecimiento de esa milicia lunática y genocida. Y su colaboración con el engendro terrorista -que es financiado por sauditas y qataríes- fue porque ISIS ataca a los kurdos en Siria e Irak, donde Erdogán no quiere que se afiance un Kurdistán que linde con su frontera.
El «dolor» de Erdogán habría sido una simulación. Por varias razones políticas, no quiere un Kurdistán independiente y fuerte.
Por eso, el pueblo kurdo lleva una carga especialmente fuerte en el conflicto que está devastando el corazón del Medio Oriente. Sus milicias y pueblos son atacados por ISIS, por Turquía y por el ejército del régimen de Bashar al Asad.
En el noreste de Siria, el régimen y los jefes peshmergas mantenían una tregua. No por sensibilidad de Damasco, sino por conveniencia. Hasta la entrada en acción de la fuerza aérea rusa, las milicias kurdas fueron las más aguerridas y eficaces en la lucha contra los jihadistas del “califato”. Y al régimen le convenía que alguien más enfrentara al hasta entonces imparable ejército de ISIS.
Si ahora Al Asad empezó a traicionar la tregua, al lanzar ofensivas en gran escala contra las ciudades en manos de milicias kurdas, sería por dos razones: una, es que el “califato” se está debilitando aceleradamente; la otra razón está en el acercamiento de Erdogán y Vladimir Putin.
A cambio de la neutralidad turca en el conflicto con Ucrania (Rusia necesita que la OTAN no le cierre el paso a sus barcos en los estrechos del Bósforo y los Dardanelos), Putin presionó a su protegido, Al Asad, para que reinicie la guerra contra los kurdos y evite que el actual territorio autónomo de “Rojava” termine convirtiéndose en un Kurdistán independiente y fuerte.
La indignación de Erdogán por el “niño-bomba” que estalló en un casamiento en el sur de Turquía fue, en realidad, una simulación del presidente turco. Es más, teniendo en cuenta que el novio de la boda es un dirigente del Halkarin Demokratik Partisi (HDP), fuerza política kurda que -desde el sur de Turquía- apoya y abastece a las milicias kurdas de Siria, hasta cabe la sospecha que, quienes acompañaron al niño hasta el lugar de la celebración, pueden haber sido agentes de inteligencia turcos.
La carga del niño-bomba fue detonada a distancia.