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Por Eugenio Gimeno Balaguer. ❝Compartíamos algunos ideales, pero no el calibre de sus huevos❞ – Juan Impallari. Así concluía un intercambio epistolar que tuvimos, después de un repaso literario de nuestra historia y a propósito de las inminentes elecciones 2015 para presidente.
Queremos tener el control de nuestros fines. Decidir lo que queremos para nosotros: cómo realizarlo, cuándo darnos por satisfechos, cómo disfrutar más, y éste no es un problema de libertad, sino un problema de control.
La creación más importante del ❝padre de la patria❞ es su criterio de evaluación. Gracias a él sabe si va por el buen camino o si cayó en la cuneta. El criterio de evaluación funciona como un termostato. Indica si hay que subir la temperatura o bajarla. Haciendo una analogía, si repetimos el mismo ciclo o buscamos mejores horizontes.
Estamos -una vez más- en el comienzo de una nueva posibilidad. De buscar el perfil de un ❝padre de la patria moderno❞, ajustado a las realidades actuales y a las necesidades que surgen en este futuro cambiante por minuto. Se necesita una especie de transductor que dé significados comunes a los habitantes de la Argentina. Un sistema de preferencias puede entenderse como un sistema decodificador. Aquí va lo de transductor.
Se debe realizar una gran tarea para explicar y conseguir aunar visiones en proyectos comunes orientados al mediano y largo plazo, que hoy son mucho más cortos que antaño. Hay que distinguir primero y luego valorar. Esta debería ser el propósito inicial de quien pretenda ser estadista.
La función del padre de la patria moderno, un futuro estadista, tiene mucho que ver con esto: ayudar a recuperar visiones que nuestros padres de la patria reales tuvieron y forjaron con el calibre del que hablaba Juan.■