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Por Juan Turello. Argentina no es un país con un calendario normal. Los candidatos presidenciales han puesto de moda hablar a la medianoche sobre qué harán con el dólar, la inflación, o cómo arreglarán con los fondos buitres. A la hora del descanso, te desvelan. Las extrañas costumbres podrían no terminar ahí. «No me iría vacaciones en enero y febrero». En los meses del relax, la Argentina vivirá a las corridas, según Ricardo Arriazu y Nicolás Dujovne. ¿De qué se trata?
Mi nota dominical en La Voz del Interior recuerda que el viernes último, en Fundación Mediterránea, Arriazu no se anduvo con vueltas: “No hay gradualismo exitoso; eso tiene cinco por ciento de posibilidades de éxito, a lo sumo dos o tres meses. Una política de shock requiere un fuerte liderazgo político, acuerdos con empresarios y gremios y respaldo (crediticio) externo. ¿Ustedes ven alguien con esas condiciones? No”.
El economista se pronunció por un “gradualismo con shock sectorial”, esto es, medidas que beneficien a sectores claves en generar divisas e inversiones: agro, petróleo, minería y comunicaciones. Para el campo, sugirió eliminar los permisos de exportación (ROE), las retenciones a las economías regionales y una baja gradual para las del maíz y la soja, además de la corrección del tipo de cambio.
Los precios futuros de los granos anticipan que la campaña valdrá 4.000 millones de dólares menos que la del ciclo pasado. En tres años, se perdieron 12 mil millones.
La próxima administración asumirá con un superávit comercial amarrete: sólo 3.000 millones de dólares. La industria tiene una balanza deficitaria y el sector energético pasó a ser importador neto. Argentina ya no tiene dólares y los vientos del frente externo están cambiando. La devaluación del peso aparece como ineludible. Arriazu estimó que las reservas alcanzan para pagar el Boden 2015 y llegar a fin de año. “Sólo cuatro meses”, apuntó.
A los problemas ya mencionados, se agregan gasto y déficit fiscal inéditos, presión impositiva récord, pérdida de competitividad por una devaluación que no acompaña ni la suba oficial de precios (12,1 contra 14,7 por ciento en 12 meses), caída de la demanda en Brasil y China.
Está claro, los meses del verano serán tormentosos.