Por Juan Turello. Quizás el informe pasó inadvertido, pero el dato fue que lo que hoy se compra con un billete de 100 pesos, 15 años atrás (1999) apenas se necesitaba uno de 10, empieza señalando mi nota dominical en La Voz del Interior al recordar los efectos negativos de la inflación.
No se trata de que Julio Argentino Roca perdiera la batalla frente a Manuel Belgrano, ya que pertenecen a distintas épocas históricas, sino que los derrotados fuimos los argentinos que debimos agregar un cero más a la moneda para compensar la inflación.
El economista Gastón Utrera, en el prólogo de su libro Cómo sobrevivir en una economía interesante (Edicon, 2011), relata su experiencia: en 36 años (al momento de la publicación) había vivido 14 con caída de la actividad económica y en 26 de los 36, sufrió una inflación mayor al 10% A esos datos, podrían agregarse las cifras desde 2012 en adelante.
De las casi cuatro décadas mencionadas en el libro, hubo 14 años con suba de precios mayor al 100% anual, dos de los cuales tuvieron hiperinflación, con alzas muy por encima del 1.000 anual, o lo que es lo mismo que al 31 de diciembre de 1990, por caso, se necesitaban 14 pesos para comprar un caramelo que el 1° de enero de ese año apenas costaba un peso. La inflación llegó a 1.350%, según el Indec. Utrera actualiza ahora los datos y recuerda que en los últimos 40 años, la inflación promedio anual fue 91%, o de casi 19 billones por ciento en el período (algo inimaginable y difícil de explicar).
37,6%, es la expectativa de inflación para los próximos 12 meses, según la encuesta nacional de la UTDT. El interior prevé más: 38,4%.
Los argentinos desarrollaron una verdadera “cultura inflacionaria”, basada en la expectativa de que nuestra moneda perderá valor frente a otras, por caso el dólar. “La plata quema en las manos”, se suele decir, lo que implica que a una mayor velocidad de circulación, se requieren más cantidades de bienes y servicios para que los precios no se muevan.
Esto no es posible, ya que la actividad industrial cae 4,1% en 10 meses en relación a 2013, y las importaciones –que podrían ampliar la oferta- están limitadas por el cepo al dólar. Resultado: a la mayor velocidad de circulación de la moneda, con cantidades similares o menores de bienes, la ecuación cierra con una suba de precios.
Al contrario de lo que señalaron Axel Kicillof y Alejandro Vanoli en las jornadas monetarias del Banco Central, en el sentido de que no es válido que una mayor emisión empuja la inflación, esto sólo es viable cuando los habitantes de un país confían en su moneda y deciden retenerla (Alemania), pero no en la Argentina, que además suma otros factores.
El déficit primario (ingresos menos egresos) del Gobierno nacional superará este años los 170 mil millones; el financiero (tras el pago de deuda) rondará los 220 mil millones, según cálculos privados.
La emisión sirve políticamente para poner dinero en el bolsillo de los consumidores, pero en el terreno económico genera inflación. Como lo recordó el premio Nobel Paul Krugman, un economista elogiado por el kirchnerismo (hasta hace poco).
■ Nota relacionada: 21|11|14: En 15 años le agregamos otro cero al peso, en 100 años, trece