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Por Claudio Fantini. La esperadísima primera encíclica del papa Francisco exhorta enérgicamente a los gobernantes a librarse de la presión de los poderes económicos y gobernar a favor de los pueblos y de la Tierra.
El acento que pone en criticar a los gobiernos que ceden ante los poderes económicos…
… puede interpretarse como una nueva señal de cercanía política entre el jefe de la Iglesia y la presidenta Cristina Fernández, que se suma a las cinco audiencias que le concedió.
Laudato Si (“Alabado seas, mi Señor”, como cantaba en latín San Francisco de Asís), ¿sirve al kirchnerismo como respaldo, por caso, a sus enfrentamientos con el Grupo Clarín y con la Sociedad Rural?
Podría interpretarse de ese modo, como de hecho lo están procesando las usinas de la propaganda gubernamental, de no ser por un detalle no menor: la encíclica está referida fundamentalmente a la preservación del ambiente.
Es, sobre todo, en ese punto donde el Pontífice reclama a los gobiernos no ceder ante los grandes intereses económicos, cuando de la salud ecológica del planeta se trata. Y en esa materia, las gestiones de Néstor Kirchner, primero, y de Cristina Fernández, después, no están precisamente aprobadas.
El medio ambiente es un área en la que el Gobierno, o bien ha cedido por genuflexión o bien ha consentido por alguna oculta y turbia motivación, a los intereses del poder económico.
Los casos más flagrantes de la gestión kirchnerista en materia de ambiente están en la minería a cielo abierto y en los acuerdos a Chevron. Los intereses de la poderosísima multinacional minera Barrick Gold se impusieron sobre todos los esfuerzos para preservar los glaciares andinos en la región donde opera. Y los acuerdos secretos con Chevron dejaron de lado la denuncia internacional del gobierno ecuatoriano, que preside Rafael Correa, un aliado de Cristina, por supuestos delitos ecológicos. Estos habrían sido cometidos por la petrolera norteamericana cometió en la selva de Ecuador.
En una lectura superficial, la primera encíclica del papa Francisco, puede hacer pensar que bendice a Cristina por su pelea con Clarín y otros grupos empresarios. Pero para quedarse en esa impresión, hay que prescindir de la cuestión de fondo planteada en Laudato Si.
En ese nivel, el Gobierno argentino figura entre los cuestionados.