Por Claudio Fantini. Quizá nunca se sepa con exactitud la magnitud de los daños causados por el...
Mientras se debate en el Congreso cómo deberían actualizarse las jubilaciones y pensiones, el...
Por Juan Turello. El duro ajuste de Javier Milei incluye a muy pocos ganadores, aunque en las...
El Grupo Autocity concretó en los últimos meses dos hechos que ratifican su liderazgo en la...
Domingo Cavallo está en Córdoba, donde dice que "estudia" y se reúne con amigos, a muchos de los...
En los últimos días Google ha utilizado sus famosos Doodles, con una serie de juegos vinculados a...
Durante un acto realizado en la sede de la Fundación OSDE, en la ciudad de Córdoba, realizamos la...
El domingo pasado, desde la cuenta @Pontifex_es, se publicó el primer tuit del papa Francisco,...
El duro ataque del empresario Jorge Petrone, dueño de Gama (una de las mayores desarrollistas de...
Suscribite al canal de Los Turello.
Por Claudio Fantini. La FIFA había quedado mirándose en el espejo argentino. Dos entidades diferentes mostraban un extraño y oscuro parecido, hasta que la entidad que rige el fútbol mundial se diferenció del país que aparecía como su reflejo en el espejo.
Sucede que la sensación que recorrió el mundo cuando Blatter fue reelegido en medio de un escándalo de corrupción que revela la decadencia ética de la dirigencia que encabeza, fue muy similar a la sensación que provocó el pronto olvido argentino del fiscal Nisman y su misteriosa muerte.
La FIFA todavía temblaba por el sismo que causaron las investigaciones de una fiscal norteamericana y del FBI, poniendo en evidencia la gangrena de corrupción que carcome a la principal federación del fútbol internacional, cuando en las urnas de la entidad lograba una victoria abrumadora el mismo establishment carcomido por la deshonestidad.
Del mismo modo, el mundo todavía observa con perplejidad la muerte del magistrado que denunció a la Presidenta y, a pocas horas de presentar las pruebas al Congreso, apareció sin vida, con un disparo en la cabeza. Lasencuestas y otros hechos comenzaban a evidenciar que el caso ya estaba más cerca del olvido que de las preocupaciones de los argentinos.
Como si no fuese una muerte cargada de los más oscuros presagios; o como si diese lo mismo que se hubiera suicidado porque estaba triste o que lo hubiesen asesinado u obligado a suicidarse. En síntesis, como si la muerte de Alberto Nisman no estuviese inexorablemente vinculada con la denuncia que había formulado.
En la Argentina, se imponía una inmoral campaña de desprestigio contra un muerto, mientras que en la FIFA triunfaba en la votación la dirigencia que había hecho del soborno y los negociados su rasgo de identidad.
La FIFA y la Argentina se parecían, a pesar de ser dos realidades diferentes. Pero de golpe, sorpresivamente, dejaron de ser sus respectivos reflejos. La vergüenza y la sensatez llegaron, primero, a la FIFA. A renglón seguido de su triunfo arrollador, el escozor pudo más que la desvergüenza y Joseph Blatter anunció su renuncia.
La arrolladora victoria que acababa de obtener en la votación, no pudo disipar la sensación de que ese resultado constituía un triunfo de la corrupción. Y Blatter terminó entregando su victoria y dando un paso al costado.
En la Argentina no pasa lo mismo. El absurdo sigue en pie. El país continúa distraído y divagando, mientras deambula a la sombra de una muerte oscura.
Relacionadas:
» 29/5/2015 | FIFA: la gambeta de Platini no funcionó.
» 26/1/2015 | Nisman: la guerra sobre el cadáver.