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Por Claudio Fantini. La paradoja argentina es que el Gobierno de Mauricio Macri es descripto de dos modos absolutamente contrapuestos: para el populismo kirchnerista, es un gobierno neoliberal, que aplica un ajuste salvaje, y para los economistas ortodoxos es kirchnerismo light o, lo que es lo mismo, populismo de buenos modales. La encrucijada argentina tiene tres alternativas.
Que la regresión populista que representa la ex presidenta es inviable lo de muestra Venezuela que -a diferencia del castrismo- no puede culpar de su desastre económico al bloqueo norteamericano.
La contracara es el ajuste ortodoxo que no podría ejecutarse sin ese autoritarismo al que aludimos con la imagen de un “Pinochet civil”.
Tanto los voceros de la represión populista como los soterrados impulsores del “Pinochet civil”, son violentos descalificadores seriales que ahondan la grieta.
En las dos veredas, hay “Guillermos Morenos” vomitando insultos y descalificaciones a los que no les compran el dogma.
Es mentira que no se puede acordar. Se puede y se debe.
Para sacar el país del pantano económico y del odio político que siguen inoculando los “Guillermos Morenos” de las dos veredas, es imprescindible un gran acuerdo impulsado por Macri, que vaya desde los gobernadores Juan Schiaretti y Juan Manuel Urtubey hasta el senador Miguel Ángel Pichetto, pasando Sergio Massa y Margarita Stolbizer.
Hasta ahora, en el Gobierno se han impuesto los que rechazan una Moncloa que permita consolidar el pospopulismo y evitar el “Pinochet civil” que quieren imponer los dogmáticos del otro extremo.
Ese gran pacto debiera hacerse antes de la elección. Después, si el oficialismo gana, se hará aún más fuerte el sector “vamos por todo” del macrismo. Y si pierde, quedará tan debilitado que a ese acuerdo imprescindible se lo va a imponer la realidad.