Por Rosa Bertino.
Las personas mayores tendemos a la reiteración, y al: “¿No lo dije yo?” Y la vida suele darnos la razón. Es cuestión de tiempo, nomás. Yo me cansé de decir que Marcelo Tinelli no va más. Lo expresé en cinco balances anuales consecutivos. Después Showmatch volvía con más despliegue y más espectadores, lo cual me obligaba a aclarar (en el anuario siguiente) que Marcelo no es comparable con Lía Salgado, Zulma Lobato o el “Facha” Martel. Es más bien como el Imperio Romano, que demoró siglos en decaer. Pero el crujido se viene sintiendo hace rato. Este año directamente hace plop, como en los dibujitos.
La moraleja es bastante amarga. Cría cuervos, y te sacarán los ojos. Uno de los tipos más creativos de la TV argentina, acaba devorado por la criatura que él engendró. Tras un par de temporadas con mucha crítica y muchísimo gasto, para que al final Cynthia Fernández terminara fregando el caño con sus zonas pudendas, Tinelli cambió de táctica. Contrató a una auténtica comediante, Florencia Peña, y el pack completo de Antonio Gasalla.
Incluso se rumoreó que el “no” a Santiago Bal obedeció a la consigna “basta de conventillo”. Intentó ganar audiencia con mejores armas, creyendo que lo chabacano lo había llevado por mal camino. Pues hete aquí que sólo los Caniggia, más precisamente Charlotte Chantal, su hermano Alex y mamá Mariana Nannis, logran acercarse a los 30 puntos de rating. Haciendo nada. Esto es, haciendo de ellos.
Alguna vez, la mujer de Claudio Paul comparó a las hoy llamadas “botineras” con un chacinado. Pero ellos tres, más el propio Marcelo calzándose peluca y tacos aguja para animar una fiesta gay, nos dejan con gusto a mortadela de la peor calidad. Comparada con Paris Hilton o las Kardashian, Charlotte Caniggia es un salchichón primavera. Pero el clan sale más caro que importar jamón ibérico: hotel en Puerto Madero, perrito faldero y limusina.
En la medida que la TV se rija por el rating, nos la vamos a pasar comiendo chatarra y pagándola como si fuera caviar.