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  • Ricardo Fort, la muerte no sienta bien

    Publicado: 27/11/2013 // Comentarios: 0

    Por Rosa Bertino.Los indicios sobre la gravedad del cuadro que afectaba a Ricardo Fort, eran claros y ciertos. Pero nadie los tomaba muy en cuenta, porque el chocolatero tenía la (mala) costumbre de hacer cualquier cosa con tal de llamar la atención.

    Como sea, la noticia del fallecimiento cayó como una bomba. El mundillo del espectáculo reaccionó con la fascinación que le produce la muerte. Bodas, nacimientos y divorcios conflictivos son «buenas noticias» para la farándula. Pero ninguna lo es tanto como la muerte, sobre todo las que vienen «tan condimentadas».

    Un cronista porteño, Alejandro Bercovich, hizo una apreciación digna de Aurelio García Elorrio. Twitteó que “para los programas de chimentos esto es lo que un Mundial de Fútbol para los periodistas de deportes”. Jorge Rial le replicó indignado. Y colgó un par de emoticones de ojitos compungidos.

    A poco de producirse el deceso, el perfil de Ricardo Fort ya figuraba en Wikipedia. Unas poquitas líneas, las suficientes para decir que nació y murió en Buenos Aires, tenía 45 años, era bisexual y había desarrollado una meteórica carrera como “mediático”. La diferencia entre una celebridad y un mediático, es que los primeros ocupan carillas y los segundos, un par de párrafos.

    Una cosa es Madonna o Susana Giménez, y otra Guido Süller o Karina Jelinek. Parece increíble, que la orientación sexual figure en una biografía. Más aun, que sus pares recuerden a Fort como si hubiera sido un gran intérprete o un reconocido filántropo. O como si realmente lo hubieran querido.

    Si la memoria no nos falla, su “descubridor” fue Alejandro Fantino. En una medianoche de Animales Sueltos apareció este ser estrafalario, cubierto de maquillaje, collares, pulseras y tatuajes, anunciando su decisión de ingresar al show business. Tarea fácil para quien tiene la plata y el narcisismo suficientes como para armar un reality de su propia existencia.

    Tinelli lo pescó al vuelo y lo incorporó al staff. Como jurado de Bailando por un sueño, “Ricky” desparramó agudezas y se peleó con quien hiciera falta: Alfano, Pachano, Polino, Flavio Mendoza… pero no alcanzó ningún suceso teatral, porque la gente no paga para ver aquello que la televisión le da gratis. Necesita un mínimo aliciente. Y Fort no lograba armar un elenco ni ensayar un par de situaciones.

    El ocaso sobrevino tan rápido como la fama. La fortuna familiar de los Fort, un apellido suizo dedicado a una profesión también suiza, la del chocolate, le permitió seguir gastando y viajando. Pero le costó asumir que ya no era “noticia”. Es una de las adicciones más difíciles de vencer.

    Quizá por eso se dedicó a organizar su partida, hasta el punto de disponer dónde y cómo lo velarían y quiénes podrían asistir. En realidad, no quería que nadie, fuera de su círculo íntimo, viera cómo había quedado: un despojo humano, consecuencia de las 27 operaciones a las que se sometió para cambiar su fisonomía. Se cambió desde las pestañas hasta los talones. Se infló los pómulos, los bíceps, los abductores y los pectorales.

    Hoy, viendo la foto de un muchachito encantador, resulta inexplicable que alguien decida convertirse en un Frankenstein moderno… ¡y morir por ello!


     

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