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Por Juan Turello. El dólar es el nervio más sensible de la economía para los argentinos. Acostumbrados a la alta inflación y a las crisis recurrentes, han diagnosticado que cualquier movimiento o medida es un mal presagio, tengan o no la capacidad de comprar dólares, señala mi nota en La Voz. El supercepo tiene una explicación contundente, semioculta en el confuso lenguaje de los funcionarios: las reservas líquidas del Banco Central son escasas, apenas algo más de 3.000 millones de dólares, según cálculos generosos. ¿Qué puede pasar?