Por Claudio Fantini. El viaje del papa Francisco a Mongolia, de mayoría budista, tuvo por objetivo hacer un gesto que sea bien recibido en China, cuyo gobierno se molestó por sus cuestionamientos a la persecución religiosa de las minorías en el gigante asiático. Como en su anterior viaje a Asia Central, en el que visitó Kazajstán, el objetivo es extender las buenas relaciones del Vaticano a rincones del mundo en el que casi no hay huellas del catolicismo. Antes, había cometido un error con Ucrania.