Por Claudio Fantini. El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que para muchos es un populista de izquierda, respondió con apacible moderación a la agresiva ofensiva proteccionista con la que Donald Trump acaba de amenazar a México. Suena extraño que un líder latinoamericano de posiciones izquierdistas responda en defensa del libre comercio a la amenaza de un presidente norteamericano dispuesto a desconocer un acuerdo suscripto hace apenas un puñado de meses.
Al retirarse del Acuerdo Nuclear con Irán, Trump desconoció un compromiso asumido por su antecesor Barack Obama. Ahora, aplicando aranceles a los productos de México, Trump desconocería un compromiso asumido por él. Todo un récord en materia de imprevisibilidad. Y otro aporte suyo a las tensiones mundiales de este tiempo.
Poco después, el presidente norteamericano iniciaba su visita a Gran Bretaña insultando y haciendo bullyng al alcalde de Londres, Sadiq Khan, un musulmán del Partido Laborista que defiende las posiciones centristas y el espíritu liberal demócrata de los líderes demagogos y extremistas, como el que percibe en el jefe de la Casa Blanca.
No es lo mismo criticar que insultar. Sadiq Khan había criticado al presidente norteamericano en una columna que escribió en The Observer, y Trump le respondió insultándolo por Twitter.
Cuestionando los honores que preparaba la Casa Windsor para recibir a Trump, el alcalde londinense analizó discursos del visitante, comparándolos con los de “los líderes fascistas del siglo 20”. En el mismo artículo, este dirigente laborista señaló los desbordes racistas y xenófobos de Trump, quién respondió llamándolo “perdedor”, además de “tonto incompetente”, un insulto que también disparó contra el alcalde demócrata de Nueva York Bill de Blasio.
Es cuestionable lo que hizo Sadiq Khan. Como gobernante de la capital británica tal vez debiera limitarse a guardar las formas que le impone su función cuando se trata de la visita de un mandatario extranjero. Pero responderle insultándolo, como hizo Trump, es absolutamente desproporcionado, además de impropio en un jefe de Estado durante una visita oficial.
Más revelador aún fue uno de los tres insultos que disparó contra Khan. Lo llamó “perdedor”, descalificación propia del “supremacismo” de los “exitosos” que discriminan a los vulnerables de toda sociedad.
La falsa disyuntiva “éxito-fracaso” está haciendo estragos en la sociedad contemporánea, ya que implica alimentar esa disyuntiva atroz surgida del bullyng, que es una forma cruel de discriminación.
En lugar de una crítica argumentada, Trump le hizo bullyng al alcalde de Londres, alimentando el rechazo que su presencia genera en buena parte de la sociedad británica.
También cuestionaron a Trump, al rechazar la invitación de la reina a la cena en Buckingham, el líder laborista Jeremy Corbin y Vince Cable, titular del Partido Liberal Demócrata, la segunda fuerza más votada en la última elección, además de entidades como Amnistía Internacional y los miles de manifestantes que protestan en las calles.
Sadiq Khan es un musulmán de posiciones progresistas que ascendió durante el gobierno laborista que encabezó Gordon Brown. Esos dos rasgos (la religión y la posición política) alimentan el desprecio que por él siente el presidente norteamericano.
Los insultos a Khan, un enemigo del fundamentalismo religioso que defiende con fervor los valores liberales y la sociedad abierta, contrastan con el cuidado que Trump tuvo al referirse al monstruoso crimen de un disidente que perpetraron agentes saudíes enviados por el príncipe Mohamed Bin Salmán.
Para el responsable de masacres en Yemen, del bloqueo sobre Qatar y del asesinato con descuartizamiento en el consulado saudita de Estambul, tuvo elogios y extremados cuidados diplomáticos, mientras que para el socialdemócrata que gobierna Londres y defiende la democracia liberal en el mundo, tuvo descalificaciones agraviantes y bullyng.