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Por Eugenio Gimeno Balaguer. Nacido hace más de 600 años, el médico y alquimista suizo Teofrasto Paracelso decía: “Todo es veneno, nada es sin veneno, sólo la dosis hace el veneno”. El diccionario nos dice que el veneno es una sustancia que introducida o aplicada a un organismo, le produce un grave trastorno o la muerte. ¿Esto también sucede en las empresas?
En los seres humanos, los venenos se suelen clasificar según sus efectos en corrosivos, irritantes o narcóticos. Éstos últimos, también se conocen como venenos sistémicos o nerviosos. La banda de rock La Renga tiene una canción que se llama Veneno y en una estrofa dice: “Casi sin darte cuenta se te puede enfermar el corazón, cuando uno menos lo espera, el veneno ya está en tus venas”.
Es terrible trabajar en una organización envenenada. Los directivos, los funcionarios y en general toda la gente, pero en especial los que conducen, tienen una gran responsabilidad: regar y abonar con lo mejor de la palabra y la acción. El “no abonar” ya implica dar veneno en pequeñas dosis que en el tiempo tendrán su efecto.
Hay muchos tipos de “venenos sistémicos” que no precisamente son sustancias, a veces son palabras, a veces acciones, a veces omisiones, que cumplen las dos cosas:
Los motivos fundamentales suelen ser profundos y la mayoría provienen del deseo de elevar nuestro “ego”, dando rienda suelta al afán de superar lo que en verdad puede ser un sentimiento de inferioridad. A éste, lo balanceamos con la negación o la descalificación de aquél a quien no tenemos en cuenta o incluso envidiamos.
En nuestras actividades en la sede de Argex (Argentina Experiencial), realizamos un ejercicio que llamamos “tirar de la soga”, donde se experimenta lo anterior neutralizándose los avances de los grupos por no alinear y focalizar la energía grupal. En vez de tirar todos juntos más fuerte para ganar, cada uno tira para un lado diferente, desperdiciando su energía.
¿Cuál es el resultado? El resultado es que todos pierden, nadie gana y esto se nota.
Debemos generar antídotos. El antídoto es la sustancia que neutraliza la acción venenosa de un tóxico determinado.
Hay muchos antídotos que en un equipo pueden eliminar los efectos del veneno, entre ellos, establecer o compartir una visión; anticipar y manejar el cambio, mejorar el trato cotidiano, compartir información, resolver problemas participando en la toma de decisiones, manejar proyectos, demostrar habilidades técnicas, administrar el tiempo y los recursos, asumir responsabilidades, tomar la iniciativa más allá de los requerimientos de la tarea, manejar las emociones, demostrar ética profesional, mostrar compasión y hacer presentaciones creíbles.
El mal hábito de “cultivar pequeñas dosis de venenos cotidianos”. Desde el no saludar al no comprometerse de las personas, crea en las organizaciones bandos “buenos” y “malos”; “nosotros” y “ellos”; “ángeles” y “demonios”.
Se entorpece la comunicación, lo cual crea un clima de desconfianza, miedo y competencia desleal.
Este clima burocratiza la toma de decisiones y disminuye la capacidad de respuesta.
En definitiva, estamos regando con veneno cualquier actividad. Si no generamos antídotos, la vulnerabilidad acecha y en cualquier envenenamiento es imprescindible iniciar el tratamiento de forma inmediata.