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Por Claudio Fantini. Hasta los gobiernos más identificados con el chavismo están preocupados por lo que sucede en Venezuela, aunque llevan semanas sin mencionar la brutal represión que Nicolás Maduro descarga sobre estudiantes y miles de venezolanos.
Ese silencio y las frases de apoyo al gobierno represor, recuerdan la solidaridad entre las dictaduras militares.
La región ha comenzado a propiciar un diálogo que incluya a ese actor que el chavismo siempre despreció y excluyó: la oposición. Sucede que la continuidad de la protesta, a pesar de las muertes y las embestidas policiales, militares y de las fuerzas de choque, marca una diferencia con las anteriores protestas que ha vivido la Venezuela chavista.
Algo empezó a cambiar. El último pronunciamiento de la Unasur a favor del diálogo, difiere suave pero significativamente de los apoyos irrestrictos que lo antecedieron.
El concepto que, lógicamente, se mantiene, es el de la defensa del gobierno legítimamente constituido. La legitimidad referida es la que confieren las urnas. Y está bien dejar en claro que la razón fáctica no puede imponerse por sobre la razón electoral. Aunque hay varios presidentes que en su pasado apoyaron la modalidad de derrocamiento que hoy califican de «golpe fascista».
Cristina Kirchner apoyó la caída de Alfonsín y exigió en una carta pública la renuncia de De la Rúa. El ecuatoriano Rafael Correa no dijo ni «mu» cuando cayeron Mahuad y Gutiérrez; mientras que Evo Morales encabezó protestas hasta derribar a Sánchez de Lozada.
Como fuere, es un avance que se priorice la urna sobre la calle. Pero en los debates de Unasur habrá que ampliar el concepto de legitimidad democrática. La ínfima diferencia con que Maduro superó a Capriles en la elección presidencial, pudo haber sido un resultado diferente si la carrera electoral se hubiera dado en igualdad de condiciones. Y no fue así. A todas luces, la oposición no compitió contra un partido que está en el gobierno, sino que compitió contra un gobierno que controla la totalidad del Estado. La oposición venezolana lleva años compitiendo contra un Estado que recurre a todo lo que tiene a su alcance para desequilibrar en su favor las campañas electorales.
En varios países de la región, organismos como Unasur van a tener que empezar a defender la legitimidad democrática desde la competencia electoral en condiciones de igualdad.
De no ser así, sus pronunciamientos sonarán a hipócrita complicidad, como hasta hoy con lo que está ocurriendo en Venezuela.