Por Rosa Bertino. ¡Pobre Presidenta, qué manera de “lechucearla”! No terminamos de comentar lo linda y rejuvenecida que se la veía a Cristina Kirchner en la entrevista televisiva, que ahí nomás hubo que internarla en la Fundación Favaloro donde ya se repone de la cirugía.
Todo fue como muy rápido y sorpresivo. De veras se la veía bien, con Jorge Rial. Tan Cristina como siempre, pero incluso un poco menos. Lejos de disipar enigmas, la concisión de los partes oficiales logró ahondarlos.
Los medios de comunicación entraron a buscar neurólogos que opinaran sobre “colección subdural crónica”. Ya que estaban, también hubieran buscado un detective, que averiguara qué pasó el dichoso 12 de agosto.
Aparentemente, la lesión se origina en “un golpe” que se dio en la cabeza. ¿Cómo fue? ¿Por qué nadie lo aclara? Después de todo, no sería la primera ni la última persona que se golpea accidentalmente en la cabeza.
Para explotar la veta mórbida, algunos canales llegaron al extremo de montar un pequeño consultorio/quirófano en el estudio. Varios profesionales porteños se prestaron de buen grado, porque para ellos es publicidad gratis.
Los excesos en los «informes” televisivos alientan las especulaciones. Además, está en abierta contravención con la ley 26.529, de los Derechos del Paciente. Básicamente, la ley dice que el enfermo es el único dueño de su enfermedad.
Según los trascendidos más fidedignos, Cristina Kirchner efectivamente se dio un golpazo, en agosto o por ahí. Se hizo ver, pero minimizó las consecuencias y pretendió seguir adelante. Pero los médicos ya le habían “picado el boleto”, como se dice vulgarmente. Le pautaron controles y llegó un punto en que le dijeron “ahora decidimos nosotros, porque si a usted le pasa algo, somos los únicos responsables”.
Y así fue como primero la obligaron a internarse para nuevos estudios y, luego, a operarse. Aunque son casos muy distintos, nadie quiere repetir la experiencia vivida con Néstor Kirchner. Le decían que se cuidara y le prohibían actividades, pero él seguía nomás. Y así le fue. Por suerte, Cristina es mujer y mucho más razonable que su finado esposo.
La cuestión es que aquí estamos, esperando noticias, agradablemente sorprendidos por la actitud de la dirigencia política y social. Aunque no faltaron los apocalípticos de siempre (uno de ellos, Jorge Lanata, terminó internado en el edificio contiguo de la Favaloro), en general hubo calma y deseos de pronta recuperación.
Eso, hasta ahora. Lo decimos cruzando los dedos, tocando madera y rezando el rosario. Parafraseando a Arjona, aunque es difícil vivir con Cristina, más difícil sería vivir sin ella. Al menos en las actuales circunstancias.