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Por Claudio Fantini. ¿Lo anunciado por Michelle Bachelet implica un giro a la izquierda? ¿Será su segundo gobierno, que incluye al PC, el final de la alianza con los democristianos? Lo que viene parece un lógico paso a una nueva etapa de la marcha de Chile hacia el desarrollo.
La primera fase se inició con el primer gobierno de la Concertación Democrática, que encabezó el presidente Patricio Aylwin, y concluye con el gobierno conservador presidido por Sebastián Piñera.
La prioridad en este largo tramo inicial fue:
● Mantener los lineamientos básicos de la economía que había planteado, en la dictadura militar, el ministro Hernán Büchi, quien puso el esfuerzo de los gobiernos en acrecentar la clase media mediante la inversión que crea puestos de trabajo.
● La ❝despinochetización❞ de la política chilena y la superación de la profunda fractura provocada por esa feroz dictadura en la sociedad chilena.
Estas políticas iniciadas en los cuatro gobiernos de la centroizquierda fueron continuadas por el gobierno centroderechista de Sebastián Piñera, ya que el hoy presidente saliente no alteró el rumbo fijado por sus antecesores.
Para la derrotada candidata de la centroderecha, Evelyn Matthei, el próximo gobierno debía ser una continuidad lineal de los cinco que van desde la recuperación de la democracia. Sostuvo durante la campaña electoral que sólo una continuidad de ese tipo garantiza consolidar y acelerar la marcha de Chile hacia el desarrollo, que se prevé alcanzar en 2020.
Bachelet, por el contrario, sostiene que para alcanzar la meta planteada hay que buscar también el desarrollo social. Con este fin, en su campaña propuso una reforma tributaria para dotar al Estado de un instrumento que permite acrecentar la equidad social. A diferencia de los modelos populistas, el mayor protagonismo económico del Estado no será para subsidiar el consumo de los más pobres, sino para ensanchar el acceso de éstos a la salud pública y a la educación.
Esto ya había sido planteado por Ricardo Lagos, años atrás, cuando explicó que el modelo de la centroizquierda chilena no estaba en el colectivismo estatista de Cuba ni en el populismo chavista, sino en Nueva Zelanda. Y la equidad social en el modelo neocelandés se construye desde los sistemas de educación y salud.
En esta nueva etapa, el objetivo de ampliar el acceso a educación y salud permite sumar al Partido Comunista, particularmente fuerte en los ámbitos universitarios, pero no expulsa de la alianza al Partido Demócrata Cristiano.
En la coalición ahora llamada Nueva Mayoría, están todos de acuerdo en esas metas y que, como en las gestiones anteriores, deben alcanzarse mediante grandes acuerdos políticos, sociales y sectoriales. Los próximos años dirán si Chile y su coalición de la centroizquierda logran acelerar o pierden velocidad en su marcha hacia el desarrollo socioeconómico. De momento, hay razones para confiar en el éxito.■
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