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Por Eugenio Gimeno Balaguer. Cuántas veces uno sale de una organización en la que realizó una solicitud, y se dice a sí mismo: ¡Qué incompetentes! Cuántas veces, al ver a personas de distintas edades y en distintas circunstancias, uno piensa: ¿Qué futuro pueden tener?, ¡Así no van a ningún lado! (por falta de competencias).
Fue Noam Chomsky el que generalizó la noción de competencia al afirmar que esa habilidad en un idioma es el conjunto de posibilidades que tiene un hablante. Pero fue David McClelland, un psicólogo llamado por algunos “el padre de las competencias”, quien traspasó ese concepto al campo laboral, en el que ganó popularidad.
A McClelland le interesaba saber cómo definir las características que debe tener una persona para desempeñar bien un trabajo. La idea pegó, y en el mundo del management empresarial se impuso la gestión por competencias. Desde allí, para seleccionar a una persona para un puesto es necesario definir el perfil de ese puesto y fijar las competencias que debe tener quien va a desempeñarlo.
¿Qué es una competencia? “Es la capacidad de responder a demandas complejas, movilizando recursos psicológicos y sociales en un entorno concreto”.
Las competencias clave son aquellas que las personas necesitan para su realización y desarrollo personales, así como para la ciudadanía activa, la inclusión social y el empleo. El desafío parece ser la definición de los aprendizajes que se consideran imprescindibles para la vida actual y futura y sobre todo cómo enseñarlos, cómo formar ciudadanos competentes, capaces de movilizar recursos cognitivos para hacer frente a determinados tipos de situaciones.
El Parlamento Europeo aprobó una recomendación a los Estados miembros sobre las competencias clave para el aprendizaje permanente. Establecieron ocho competencias: 1) comunicación en lengua materna; 2) comunicación en lenguas extranjeras; 3) competencia en matemática, y básica en ciencia y tecnología; 4) competencia digital; 5) aprender a aprender; 6) competencias sociales y cívicas; 7) sentido de la iniciativa y espíritu de empresa; y 8) conciencia y expresión culturales.
El logro de las competencias necesarias supone ser capaz de imaginar, emprender, desarrollar y evaluar acciones o proyectos individuales y colectivos con creatividad, confianza, responsabilidad y sentido crítico, y será necesario alinear instituciones y políticas para crear sistemas educativos de alto rendimiento y centrados en el estudiante.
Hay que destacar que las competencias no son en sí mismas conocimientos, habilidades o actitudes, aunque sí movilizan, integran y orquestan tales recursos.