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Por Daniel Scandizzo. El debate está planteado. Nada nuevo, nada creativo, nada espontáneo. Tampoco será saldado. Los que piensan de una forma seguirán sosteniendo su verdad. Los que opinan diferente no cederán. ¿El país es una empresa? ¿Es ésa la pregunta correcta? No, claro que no.
❝Un país nunca será una empresa… es mucho más❞
Un país nunca será una empresa, si entendemos como empresa el resultado de un capital aportado puesto a producir un bien o servicio. Un país es más, mucho más. No pretendo pivotear sobre definiciones académicas. En todo caso la pregunta debería ser: ¿Se puede gestionar un país con los parámetros y herramientas de una empresa?
Dejando atrás la primera pregunta por “no aplicable”, vamos por la segunda. Sí, existe un gran número de herramientas de gestión propias del mundo empresarial que perfectamente pueden trasladarse a la gestión pública.
Entre ellas: la planificación estratégica, los sistemas de control de gestión, los cuadros de mando, los sistemas de evaluación de los recursos humanos, los sistemas de incentivos por mérito o productividad, los sistemas de control de calidad, las alianzas estratégicas, la satisfacción de clientes (o contribuyentes o vecinos), la gestión del cambio y la optimización de costos. Una amplia gama de alternativas que, de hecho, muchas están siendo aplicadas tanto a nivel nacional, como en provincias y municipios.
❝Existen varias herramientas de la gestión empresarial que perfectamente pueden trasladarse a la gestión pública❞
Ahora bien, y si enriquecemos el análisis e invertimos la segunda pregunta: ¿Se pude gestionar una empresa con herramientas del sector público? Para responder este nuevo interrogantes volvamos a los ejemplos. El presupuesto constituye el instrumento de información y gestión más importante del Estado. Sin embargo, puedo asegurar que en un gran número de Pyme argentinas, el presupuesto todavía no tiene lugar en las planillas de cálculo.
Sumemos la responsabilidad social, concepto inherente al Estado pero aún incipiente en muchas organizaciones privadas. La eficiencia, la transparencia, la honestidad, la sustentabilidad, el compromiso social y la responsabilidad no constituyen valores de propiedad exclusiva del sector privado o del público, son valores universales, transversales y verticales que deberían ser comunes a ambos.
Evitemos instalar debates inocuos e insustanciales. Estado y empresas conforman partes imprescindibles para el desarrollo de una Nación. Atienden focos y objetivos muy diferentes, pero también existe una amplia zona de confluencia y trabajo en común. ¡A por ello!