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Por Eugenio Gimeno Balaguer. Una vez le pregunté a un experto, amigo mío, qué era lo primero que había que observar en un profesor a la hora de elegir un curso. Me respondió: “Cada persona te enseñará lo que en el fondo es, independientemente de lo que sepa. Tú observa cómo habla, cómo se comporta, cómo vive, qué hace, porque eso es lo que él te va a enseñar; no hay más que verle a él y lo que hace”.
Luego prosiguió: “Verás algunos entrenadores sólo te enseñarán lo que saben, lo que han aprendido bien en cursos o en libros, y te hablarán de las técnicas que quizás dominen a la perfección, pero tienes que escarbar detrás de esa apariencia, preguntarle, informarte y ver cómo actúa en realidad; cómo vive, que ejemplos pone, si son propios o ajenos, y en fin, tu sensación de congruencia te dirá si estás delante de un instructor o de un maestro”.
❝Un entrenador enseña lo que sabe pero un maestro contagia lo que es❞
Mi amigo concluyó su idea diciendo: “Tienes que tener en cuenta que un entrenador enseña lo que sabe, pero un maestro contagia lo que es, y por eso es que instructores hay muchos pero maestros hay pocos, porque para ello hay que ser muy consistente, y lo que necesitas para un aprendizaje auténtico son maestros”.
Al escucharlo imaginé esa sensación de congruencia a la que se refería y la equiparé a la cohesión de los tres dominios donde operamos: el conocimiento, el sentimiento y la acción (el lenguaje, las emociones y el cuerpo), y me quedé pensando si tenía algo más que agregar a lo que mi amigo me dijo y mi autorespuesta fue: «No, está todo dicho, ya sé qué elegir».