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Por Claudio Fantini. Karina Vallori y su camarógrafo fueron valientes y dignos. Con coraje, resistieron la turba amenazante. La periodista del Canal 12 y su compañero no se amedrentaron y comprendieron que resistir era un deber profesional ante la violencia, porque así retrataban una acción esencialmente fascista.
En la Argentina, un país ensombrecido por las culturas políticas autoritarias, se lo llama escrache, pero es el viejo e indigno pogromo, que dejó sus huellas en muchos momentos horribles de la historia.
Los agresores, además de ser portadores mentales de lo que Umberto Eco llamó “ur fascismo”, el fascismo eterno que está en cierta genética política y que luego moldean, con diferentes rótulos, las distintas ideologías generadas en matrices autoritarias.
Si en el acto contra el Gobierno cordobés, que tomó una sorpresiva y cuestionable iniciativa que afectó a los jubilados, hubo gremios delasotistas que se prestaron (atacando al equipo del Canal Doce) a una forma salvaje de puja en la cumbre del peronismo cordobés, tendrá que ser explicado por el ex gobernador y repudiado por todo el arco político. Y si fueron kirchneristas, como aparentemente lo son algunos de los participantes en la despreciable agresión, muchos kirchneristas debieran dar muestras de soberanía moral y mental, repudiando lo que debe ser repudiado.
Si lo hicieran, tal vez se frenara el plan de acción que están promoviendo desde las cumbres del liderazgo K: volver permanentes y sistemáticos los ataques a los periodistas que criticaron al gobierno de Cristina o que trabajan para medios que fueron independientes a los dictados de esa administración.
Algunos activistas (y otros que no son activistas y actuaron de buena fe) salieron en las redes a negar que los atacantes fueran kirchneristas y llamaron a sospechar sobre el delasotismo, en un aparente «apriete» a Schiaretti.
Nada puede descartarse hasta que no haya pruebas contundentes. Pero la sospecha sobre el kirchnerismo no se produjo sólo por lo que dijeron algunos de los agresores y las boletas de Daniel Scioli con que tapaban las cámaras: en las últimas semanas hubo insistentes rumores de que habrá “escraches” contra quienes son sindicados como “culpables” de la victoria de Mauricio Macri en Córdoba, que fue clave en la derrota del kirchnerismo.
Son voces del kirchnerismo las que recorren la Web intentando activar pogromos para amedrentar y silenciar. La desmesura se condice con la idea delirante de que el nuevo Gobierno es la continuación de la dictadura genocida de Videla y su plan económico es la continuidad del que inició Martínez de Hoz. Hebe de Bonaffini lo explicó diciendo que “Macri es peor que la dictadura porque llegó por los votos”. En esa visión de las cosas, se justifica “la resistencia”, y esa “resistencia” incluye los pogromos callejeros contra el periodismo que criticó a Cristina o trabajó en los medios que hicieron crítica u oposición independiente a los gobiernos kirchneristas.
En definitiva, la “bajada de línea” que está haciendo la cúpula K es que este Gobierno es una dictadura genocida y entreguista, que llegó al poder mediante un golpe de Estado perpetrado por los medios hegemónicos.
El plan es instalar en las bases kirchneristas que, siendo este Gobierno la continuidad de la dictadura en otros términos, se justifica totalmente que quienes fueron sus promotores desde los medios de comunicación, sean señalados y sufran algún tipo de linchamiento público.
Quienes aspiren a la soberanía moral y mental, debieran pronunciarse sobre esta bajada de línea. Es más reveladora que los gritos de “aguante 6,7,8”, que lanzaron varios de los agresores de la valerosa periodista Ana Karina Vallori.