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Por Claudio Fantini. La frialdad glaciar con que el papa Francisco recibió a Mauricio Macri reafirma una coincidencia insólita: el kirchnerismo y el antikirchnerismo sostienen que ese destrato refleja diferencias ideológicas entre quien interpreta la “opción por los pobres”, como un rechazo al capitalismo, y un empresario rico, que cree en la iniciativa privada y llegó a la presidencia venciendo al peronismo.
¿Puede ser ésa la razón? ¿Es el supuesto peronismo del pontífice lo que explica tantas largas y alegres recepciones a Cristina Kirchner y esta avinagrada recepción exprés al actual Presidente?
Se trata de un argumento descabellado. Si ésa fuera realmente la razón de su frialdad con Macri, entonces el Papa estaría más cerca de un militantismo adolescente, que de la talla de estadista que se supone debe tener un jefe de la Iglesia Católica.
Suponer que el destrato tiene razones ideológicas, implica plantear un inconcebible Bergoglio sectario y negligente.
Sencillamente, no es así. El argentino que está sentado en el trono de Pedro sabe perfectamente que Cristina Kirchner también era multimillonaria y que su fortuna fue amasada haciendo harina a los endeudados con la Circular 1050, uno de los crímenes económicos contra los débiles que ejecutó la dictadura de Videla.
Tampoco puede justificarse su presunta indignación con cuestiones referidas al aborto y al matrimonio gay. Por las mismas razones, debiera recibir con la misma cara de desagrado a muchos mandatarios a los que trata sonriente, como lo impone el protocolo del Estado Vaticano y también los principios más elementales de la diplomacia.
Si su cara realmente trasluce un enojo de Francisco con Macri, entonces el Papa sabe del Presidente algo que la Argentina ignora. Y debiera ser algo muy horrible para justificar semejante ruptura con las reglas básicas de la diplomacia vaticana.
En cuestiones como el matrimonio mixto, cuando las encuestas mostraron que las mayorías lo aprobaban, el gobierno kirchnerista se hizo cargo de lo que se aprobaba en el Congreso, mientras el cardenal lo calificaba de “plan del demonio”.
Además, en materia de diferencias políticas, como archienemigo de la corrupción y del narcotráfico, Bergoglio se ganó ampliamente que Néstor Kirchner lo llamara “el jefe de la oposición”.
El país observaba con perplejidad al matrimonio presidencial subirse al Tango-01 para no asistir al Tédeum del cardenal, los 25 de Mayo. Aquel cardenal de gesto adusto tenía excelentes y estrechas relaciones con Elisa Carrió, con Gabriela Michetti y con otros muchos encumbrados dirigentes macristas.
Que el kirchnerismo y el antikirchnerismo coincidan en la explicación del destrato papal a Macri no quiere decir que acierten.
El kirchnerismo sostiene la teoría de la aversión a Macri, destacándolo como un mérito del Papa, mientras que el antikirchnerismo adhiere a la misma visión, pero expresando una azorada desilusión. En todo caso, lo único claro es que Bergoglio sabe que las fotos del encuentro que el Vaticano envió a la Argentina provocarían lo que provocaron. También sabe que, inexorablemente, los 22 minutos de audiencia serían considerados como un acto de desprecio. ¿Por qué quiso el Papa enviar ese mensaje a un país gravemente fracturado? Y parece inevitable que ronden tres posibles respuestas.
Cierta o no, la hipótesis de un Papa chantajeado por uno de los “carpetazos” con que Néstor Kirchner mantenía a raya a jueces, periodistas, empresarios, sindicalistas y opositores, permanecerá en la medida en que no tenga un trato normal con el actual presidente.
.@sergiorulicki: «Es importante notar que al final del encuentro, el Papa lo deja pagando a Macri en el saludo» @JuanTurello
— Continental Córdoba (@ContinentalCba) 29 de febrero de 2016