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Por Claudio Fantini. Macri debió repudiar públicamente el ataque que padeció Carlos Zannini. El presidente y las principales figuras de su gobierno, debieron, con el rigor de la formalidad, denunciar la emboscada en el avión como lo que fue: una modalidad de violencia cobarde y de naturaleza esencialmente fascista.
Los videos que mostraron las burlas y los insultos perpetrados por una patota espontánea, no fueron tomados como testimonios de una agresión aborrecible. Al contrario, todos parecían disfrutar de la escena que mostraba uno de los peores instintos de la especie humana.
Zanini viaja a EEUU y la gente…. pic.twitter.com/E97rw72IJ4
— Alejandro Salinas (@Locosalinas) 25 de abril de 2016
Macri, el jefe de un gobierno que prometió terminar con el odio que divide horriblemente la sociedad, debió actuar en consecuencia de su prédica. La diferencia la hizo el periodismo que atravesó la década kirchnerista cuestionado al Gobierno anterior. No hubo quién justificara la cobarde brutalidad de la patota aérea. Todo el periodismo y la intelectualidad que criticaban el gobierno de Cristina Kirchner, repudió esa postal tan o más violenta que las que tienen trompadas.
Nuevo escrache a Carlos Zanini, ahora en un vuelo a Miami https://t.co/OMAsmvKqzQ — América TV (@AmericaTV) 26 de abril de 2016
Hubo quienes encabezaron sus comentarios con la crítica y luego se explayaron en denostar a Zannini. En esos pocos casos, la crítica a los linchadores fue el maquillaje obligado para lo que, en definitiva, terminaba explicando la reacción que tuvieron como algo natural, tratándose de semejante personaje.
Pero estos casos fueron la excepción que confirma que también del lado antikirchnerista de la grieta existe un odio tan viscoso y deleznable, como el que inoculó el liderazgo anterior.
❝… también del lado antikirchnerista de la grieta existe un odio tan viscoso y deleznable como el que inoculó el liderazgo anterior❞.
Ahí está la diferencia. Si un grupo de pasajeros se convierte en espontánea patota y agrede cobardemente a un hombre que no puede defenderse, quienes criticaban al kirchnerismo reaccionan con la misma indignación que les provocaban los linchamientos verbales perpetrados desde medios públicos y medios privados sostenidos con fondos públicos, por el aparato mediático kirchnerista y, en las calles, por la militancia K.
Atravesamos una década de linchamientos en televisión, con programas que fueron emblema de difamación y demonización de opositores y críticos, en la que jamás hubo oficialistas notables que denunciaran y repudiaran esas formas de censura y de violencia fascista.
Ahora, a los cobardes que agreden verbalmente a funcionarios y simpatizantes de la gestión anterior, el periodismo en pleno los denuncia y repudia.
Sólo faltó el repudio del propio Presidente. Seguramente, en su fuero íntimo no se gratifica por el hecho de que las figuras paradigmáticas del kirchnerismo sean blanco de esos ataques deplorables. Pero no alcanza con lo que ocurra en su fuero íntimo. Lo tiene que expresar públicamente.