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Por Eugenio Gimeno Balaguer. ¡Quiero vacaciones!, fue lo más mencionado en forma verbal o escrita en los últimos 30 días. Su significado está asociado a libertad, a estar libre, descanso, actividades recreativas en lugares diferentes a los que usualmente uno vive o trabaja, o si se queda en el mismo lugar, al menos hacer cosas diferentes.
Algunos piensan que son un medio excelente para dejar atrás tensiones, el estrés y superar la ansiedad. Otros añoran ese momento para disfrutar la soledad y huir de las obligaciones cotidianas. A veces, los médicos sugieren a sus pacientes formas y lugares. Hay quienes ya tienen los pasajes sacados para un esperado viaje, del cual esperan no regresar más cansados de lo que parten.
Hay modalidades diferentes, según trabajos y culturas. Por ejemplo, se ha incrementado el uso de períodos breves y reiterados en vez de días acumulados una sola vez por año.
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Aristóteles en su Ética a Nicómaco afirma que “el descanso es el cambio de actividad”, si uno tiene esta posibilidad de cambiar de las cosas que hace o por las cuales se inclina, está casi en un permanente descanso, es decir, no necesita vacaciones.
Mil novecientos años después, Blas Pascal en su obra Pensamientos, al hablar de la felicidad, afirma que «la infelicidad del hombre se cimenta en que no ha podido aprender a disfrutar de la paz de su habitación”. Esto es muy interesante porque suma a la esencia del descanso y del disfrute, como característica de las vacaciones, un requisito fundamental que termina de entenderse cuando un gran amigo mío afirma: “Y no es que ande buscando nada, es que ando huyendo de mí”.
Yo creo realmente que quien ama lo que hace, en cierto sentido, el más profundo, vive de vacaciones.
Este tiempo real puede convertirse en” tiempo vivido”, como me gusta llamarlo a mí, si se dan las condiciones esbozadas por los autores mencionados.
La gran oportunidad es aprovechar las vacaciones para seguir aprendiendo a vivir, ya que hay una gran diferencia entre “la buena vida” y “la vida buena”, y ése sería un buen momento para en vez de darse una buena vida aspirar a tener una vida buena, donde los tiempos que vivamos a posteriori valgan la pena de por sí, sin necesidad de buscar supuestos remansos que no nos sacarán los lastres que nosotros tendríamos que eliminar antes de viajar.
¡Felices y Fructíferas Vacaciones!