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  • Alberto Fernández en su laberinto

    Publicado: 13/06/2020 // Comentarios: 0

    Por Claudio Fantini. “Nada se parece más al pensamiento mítico que la ideología”, escribió Claude Lévi-Strauss. Y tenía razón el padre de la antropología estructuralista. Por eso resulta crucial saber si la confiscación del Grupo Vicentin, que anunció Alberto Fernández, responde a un posicionamiento ideológico como el que caracteriza a quienes le llevaron (o le impusieron) la idea, o fue una decisión pragmática como afirman el presidente y el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas.

    Lo que está claro, es que esa medida encerró a Fernández en un callejón sin salida porque cuando intentó volver atrás, le cerró el paso un coro opositor que cantaba en tono afinado que dar marcha atrás era una derrota bochornosa.

    ¿Fue una idea de él, como dice Alberto Fernández, o se la impuso el grupo que responde a Cristina Kirchner ? Foto: archivo Turello.com.ar

    Quizás por eso Alberto Fernández volvió a marchar hacia la expropiación después de haber anunciado que analizaría otras «alternativas superadoras».

    La pregunta es qué margen le queda a Alberto Fernández para salir de la encrucijada en la que lo introdujo el ala radicalizada del oficialismo.

    El revuelo generado por la anunciada expropiación del grupo económico, que tiene como uno de sus principales activos la empresa agroexportadora, colocó al mandatario en varias encrucijadas.

    Su palabra se devaluó al afirmar que la idea había sido suya, cuando el país entero había escuchado a la senadora ultracristinista Anabel Fernández Sagasti decirle: “gracias por haber tomado nuestra propuesta”.

    El sólo hecho de que la legisladora mendocina -exponente del kirchnerismo duro- hubiese estado junto al Presidente cuando éste anunció la expropiación, prueba que la autoría del proyecto está en el sector liderado por la vicepresidenta Cristina Kirchner.

    Cuando las mentes no intoxicadas de ideologismos, como la de Roberto Lavagna, le mostraron su error en el terreno jurídico y económico, mientras masivas puebladas en Reconquista y Avellaneda le mostraban la dimensión del error político, Alberto Fernández inició una incómoda maniobra de corrección del estropicio.

    También le sugerían buscar una salida las encuestas. La de Mariel Fornoni (Management & Fit) mostró que quienes cuestionan la expropiación casi duplican a quienes la apoyan.

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    Ante ello, Alberto Fernández organizó la reunión con el nieto del fundador de Vicentin y con el gobernador santafesino, Omar Perotti, que dejó abierto el futuro de la empresa a “alternativas superadoras”, que le permitan dejar de lado la expropiación.

    A esa altura, irrumpió un coro de voces para cortarle la salida, diciendo que si, finalmente, no expropia la cerealera, será una admisión humillante del error cometido.

    Ese es el movimiento de pinzas que atenaza al Presidente. Por eso al día siguiente de dar una señal contraria a la expropiación, Alberto Fernández volvió a avanzar hacia ella.

    Las ideas y vueltas impactan negativamente en su imagen. La escena de la conferencia de prensa en la que, junto a la senadora ultrakirchnerista anunció la expropiación, ya lo había mostrado como él no quiere ser percibido: un Presidente que, en los hechos, se comporta como el CEO de una empresa cuyo mayor accionista es el kirchnerismo liderado por la vicepresidenta.

    La percepción generalizada es que Cristina Kirchner y el ala ideologizada del oficialismo están saliendo del caballo de Troya para adueñarse de la urbe. 

    Alberto Fernández aseguró que la idea fue suya y que se trata de un caso “absolutamente excepcional”. De ser así, entonces se trataría de una decisión pragmática. Pero a las afirmaciones del mandatario las desmienten los hechos.

    Haber tomado la decisión a las apuradas, sorprendiendo y dejando mal parados a importantes funcionarios de su gobierno, como el titular de YPF, Guillermo Nielsen, quien había asegurado que la empresa que dirige debía concentrarse sólo en el tema de los combustibles, parecen describir una escena diferente a la que señala ahora el presidente.

    La pregunta es qué margen le queda a Alberto Fernández para salir de la encrucijada en la que lo introdujo el ala radicalizada del oficialismo.

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