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Por Juan Turello. Sergio Massa asumirá este martes como ministro de Economía con atribuciones similares a las que exhibió Domingo Cavallo en la primera gestión de Carlos Menem, señala mi nota en La Voz. Tiene el apoyo político de gobernadores, de la CGT y de importantes hombres de negocios. El núcleo duro del kirchnerismo disimula su resistencia.
Massa llega también con el apoyo de grandes empresarios, ligados a los negocios con el Estado desde la banca, los servicios, las comunicaciones y la energía, entre otros. Veamos.
Con sus primeras operaciones -como “manos amigas”- ese grupo consiguió revertir la caída de los bonos y provocar una baja sensible de los dólares financieros y del blue. En Wall Street creen que esas acciones son temporales y esperan ver el equipo y el programa del flamante ministro.
El apoyo de ese grupo de empresarios provocó disputas en las grandes centrales corporativas.
En el campo, todavía predomina la desconfianza hacia el ubicuo dirigente político; antes quieren conocer qué medidas anunciará el próximo miércoles.
El lunes último, antes de que la crisis escalara, la presidenta de Fundación Mediterránea, María Pía Astori, había expresado el hartazgo generalizado por la falta de una clara política económica.
“Estamos todos cansados; andar sin rumbo agota y fastidia”, sostuvo María Pía Astori, titular de Fundación Mediterránea, de habitual tono moderado en sus manifestaciones.
Esa era la sensación que predominaba entre unos 200 empresarios que se reunieron para escuchar los lineamientos del “plan apartidario, productivo y federal” que elabora Carlos Melconian.
El certero diagnóstico de Astori sobre la coyuntura no tiene el mismo consenso interno sobre la figura de Melconian.
Los “históricos” siguen sosteniendo que el eje de las decisiones se trasladó ahora a Buenos Aires. El nacimiento de la “Mediterránea” -hace 45 años- fue para luchar contra esos intereses, recuerdan algunos.
El primer desafío de Massa será revertir la desconfianza que gran parte de la sociedad tiene con su figura, según las encuestas de opinión.
Los agentes económicos toman hoy decisiones basadas en las expectativas. La confianza del consumidor cayó 11,1%en julio con respecto a junio, según la Universidad Torcuato Di Tella.
Los otros desafíos para el futuro ministro vendrán del terreno económico: la inflación estará por encima del 7% en julio y la acumulación de dólares es imprescindible para evitar una crisis mayor.
Massa estaría dispuesto a respetar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Deberá remontar la cuesta que supone el papelón que protagonizó el gobierno de Alberto Fernández, quien despidió a Silvina Batakis mientras regresaba al país, pocas horas después de presentarse ante el FMI, el Tesoro de Estados Unidos e inversores globales.
La clave para el control del gasto público pasa por la Anses y los subsidios económicos (con la Secretaría de Energía a la cabeza). Esas partidas se llevan la mitad de las erogaciones del Estado.
Ambos organismos quedaron en manos de funcionarios que responden a Cristina Kirchner. ¿Habrá recortes?
Los futuros colaboradores del designado ministro hicieron trascender que Massa planea “un alivio fiscal para la clase media”.
Sin embargo, los márgenes están más agotados por parte de un Estado “sin fondos” (como lo describió Batakis), que logró disfrazar las cuentas del primer semestre para cumplir con las metas de gasto y de emisión fijadas ante el FMI.
No hay sector alguno que acepte achicar sus demandas, pese a que todos admiten que el gasto público no puede superar a los ingresos.
Los movimientos sociales consideran insuficiente el bono de 11 mil pesos a 1,3 millones de beneficiarios del plan Potenciar Trabajo. Y piden más.
Los gobernadores no admiten recortes en la obra pública ni en las partidas de auxilio.
La CGT pretende que el Estado se haga cargo de atender las discapacidades que deben cubrir las obras sociales. Mientras, aportes y contribuciones patronales no se tocan. Clink, caja.
Massa alentaría el ingreso de dólares por parte del campo, aunque el “dólar soja” tuvo una fría recepción, de la minería (por inversiones en litio) y de Vaca Muerta. Sin esos recursos la crisis se agudizará.
El triunvirato en el poder decidió jugar una apuesta fuerte para corregir los desaciertos en la economía y asegurar la finalización del mandato de Alberto Fernández. Los desafíos son enormes para evitar perder todo.