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Por Juan Turello. Alberto Fernández y Sergio Massa se tomaron una foto el jueves 20 de abril en los jardines de Olivos, para intentar disipar los rumores de una interna feroz en el Gobierno nacional.
No alcanzó. Horas después, el Presidente anunció que renunciaba a la reelección, lo que ahondó la incertidumbre en la economía y genera dudas sobre la gobernabilidad, cuando faltan seis meses para la elección y casi ocho meses para el traspaso del mando, señala mi nota en La Voz.
El retrato con Massa, quien aparece como el hombre fuerte en la foto, expuso la debilidad política del jefe de Estado.
La renuncia debilita aún más al Presidente para sostener la gobernabilidad en un contexto de alta inflación y malestar social en aumento.
La interna y las versiones de renuncia de Massa, que el propio Alberto Fernández alentó al evaluar un “plan B” por parte de su exjefe de asesores Antonio Aracre, fueron el factor fundamental que impulsaron al dólar y a los precios.
Hay también razones técnicas que evalúan economistas y empresas, pero las familias reaccionan básicamente ante la caída del peso y a la remarcación en las góndolas.
La fuerte suba del dólar blue desde hace una semana -subió 10% al terminar el viernes 21 a 442 pesos- impacta sobre los valores de los bienes.
Los minoristas o los locales de cercanía incrementan sus precios ya que prevén que cuando tengan que renovar la mercadería, esta llegará con aumento.
Los precios subieron 7,3% en la primera quincena de abril, con alimentos y bebidas que treparon 9,5%, reveló la consultora Ecolatina.
La especulación dispara, además, la demanda de bonos dolarizados, que terminan por reducir las reservas disponibles del Banco Central.
La reacción de subir el dólar oficial en cuentagotas no cubre las expectativas del mercado, que espera una actualización al ritmo de la inflación.
La suba de la tasa de interés al 81% anual -con tasa efectiva en torno del 120%- no despierta interés porque cubre la inflación proyectada.
El “dólar soja 3” no tiene suficiente atractivo cuando se espera, o bien una devaluación por parte del actual Gobierno o de las autoridades que asuman el 10 de diciembre.
La oposición alude a desarmar el cepo cambiario o a la dolarización, lo cual implica que los productos del campo y de las economías regionales valdrán más con la futura administración, que no respondería al actual oficialismo.
“Si la escasa soja que cosecha el productor puede valer más a fin de año, ¿por qué va a vender ahora? Sólo liquida lo que necesita para pagar deuda y comprar insumos de la próxima campaña”, explica Gonzalo Agusto, economista de la Bolsa de Cereales de Córdoba.
A este contexto se suma una alta emisión en pesos, por un gasto primario que creció varias veces por encima de las metas del primer trimestre, según el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Massa depende ahora de los recursos que pudiera anticipar el FMI y de una ayuda extraordinaria del Tesoro de Estados Unidos.
Por rara paradoja, el FMI y Estados Unidos son las dos instituciones preferidas a la hora de las críticas del kirchnerismo.
El resto de las herramientas de política económica no arrojaría mejores resultados en un Gobierno que carece de credibilidad.
La renuncia de Alberto Fernández, que, por otra parte, carecería de apoyo popular para su reelección, no despeja las dudas que persisten sobre cómo hará el Gobierno para evitar una devaluación y una hiperinflación.