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Por Juan Turello. La escritora y cantautora María Elena Walsh creó la hermosa canción El reino del revés, en el que un oso cabe en una nuez, un ladrón es vigilante y otro es juez, y donde dos y dos son tres. ¿Argentina? La política puede dar letra a su propia canción, señala mi nota en La Voz. Repasemos.
Hay un ministro de Economía que quiere ser candidato a presidente con una inflación mensual superior al 8%; cuatro de cada 10 argentinos son pobres y la situación empeora mes a mes, por una inflación incontrolable que no tiene ancla ni parece preocupar a Sergio Massa.
Hay una vicepresidenta que formó este Gobierno a través de un tuit, del cual intenta despegarse, sin asumir una autocrítica por una gestión que aumentó el endeudamiento y la pobreza.
Cristina Kirchner dice que no es parte de esta administración, pese a que controla “cajas” millonarias y las oficinas judiciales.
Hay un presidente cuyos actos rozan la intrascendencia; mientras encabezaba la primera exportación de una fábrica de lavarropas a Brasil, el titular de Economía se rodeaba de Claudio “Chiqui” Tapia -que llevó la Copa del Mundo al acto- para anunciar beneficios a monotributistas. Alberto Fernández mira de lejos.
El reino del revés se agiganta con la oleada consumistas de uruguayos y chilenos, quienes vacían las góndolas; se llevan productos que los argentinos no pueden comprar por la caída real de salarios y jubilaciones.
¿De qué depende que no estalle y la economía pueda llegar al 10 de diciembre sin una fuerte devaluación, que aliente una hiperinflación?
Que la economía no estalle depende del FMI, aunque un sector del Gobierno y la izquierda quieren romper el acuerdo. El reino del revés.
El FMI afirma que trabaja “estrechamente” con las autoridades para encauzar las metas del programa, si hay algo que puede llegar a esa categoría.
Massa y sus funcionarios pretenden que el organismo adelante el desembolso de 10.200 millones de dólares previstos para el segundo semestre, y que una parte se use en el mercado doméstico para evitar una devaluación.
A ese monto el equipo económico pretende agregarle un adelanto de los giros previstos para 2024, que comprometen los recursos del próximo Gobierno. Otro “paga Dios”.
En las últimas semanas se agregó otro sector a la demanda de dólares por parte de la industria y del campo: el sector farmacéutico.
Las cámaras de empresas advirtieron sobre la traba para la llegada de medicamentos y de componentes imprescindibles para las monodrogas que se producen en el país.
El riesgo es que no sólo falten productos en las góndolas, porque los supermercados no están dispuestos a pagar más de lo que exige el acuerdo de Precios Justos, sino también de medicamentos en las farmacias.
La intermediación lleva las de ganar. Los precios de los productos lácteos tuvieron un incremento de 493,4% desde diciembre de 2019 hasta marzo último.
Por contrapartida, los precios a la salida de fábrica sólo subieron 380%. La diferencia entre la industria y el valor al consumidor es de 114 puntos porcentuales, según datos del Centro de la Industria Lechera (CIL), que preside el cordobés Ercole Felippa.
Economía podría trabajar en los costos de la logística y del comercio. No lo hace; prefiere fijar un valor de venta final, que no se ajusta a la realidad.
El gasto sigue imparable.
Alberto Fernández reabrió una fábrica militar en Azul, provincia de Buenos Aires (¿electoralismo puro?), mientras Massa creó otra empresa para las centrales hidroeléctricas en la Patagonia. Otra “caja” para la Nación.
La emisión en lo que va del año alcanza a 370 mil millones de pesos. Fácil explicar las tensiones sobre el dólar.
Todo puede suceder en el reino del revés. Ni María Elena Walsh imaginó tanto.